• 30 de Abril del 2024

Siete veces siete

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Las casualidades no existen. Lo que sí existe es el hijo de los vecinos del 7, una criatura insufrible que se la pasa martirizando animales. Debe tener unos 7 años, el periodo de la infancia en que los sicólogos sitúan la predisposición a la crueldad.

 

     Yo no recuerdo haber pasado por esa etapa, pero la memoria, usted sabe, es un mecanismo de alcance temporal que se desempeña como Marie Kondo, la mujer japonesa especialista en organización. Pues así. Esa función le sirve al cerebro para catalogar, almacenar y recuperar la información del pasado como si tuviera un disco duro. El problema, o la ventaja, es que a veces puede estar mal codificada. Cuando esto ocurre los recuerdos se distorsionan y eso me hace sospechar que también fui un muchacho insufrible, aunque ya no lo recuerde.

     El hijo del vecino es un enano de aproximadamente 1.20 de estatura, en cuyos tiernos ojos no se adivina la maldad. Todas las mañanas sale rumbo al colegio cogido de la mano de una nana muy buena, cosa que puede adivinarse en las piernas labraditas y en sus grandes pechos hamaqueándose mientras camina. El pasatiempo preferido del chamaco es aventarles piedras a los perros y gatos de la colonia. El mío es clavar la vista en el contoneo de las caderas de la nana. El otro día volví del mercado con dos bolsas ecológicas colgadas al hombro y me topé con el escuincle en el pasillo, que no es exactamente un pasillo, sino un vestíbulo que conecta a los elevadores con los departamentos del piso 14. ¿Sabe qué estaba haciendo? Sentado en el suelo, con las piernas abiertas en escuadra, le extirpaba los órganos vitales a una lagartija.

     El vecinito es hijo único y espero que sus padres no tengan la intención de seguirse reproduciendo. En el mundo ya no cabe tanta estupidez. ¿Se imagina que el mocoso se quiera dedicar a la política cuando sea grande? Lo único rescatable sería que los padres tuvieran que contratar a otra nana tan buena. Ayer que salí a la farmacia, ya noche, la vi esperando el microbús en la esquina. Los que salen de ahí van para el metro San Joaquín, que es la línea 7 y puede ir hacia El Rosario o hacia Barranca del muerto. No sé a dónde se dirigía ella, pero la que sí se fue a la barranca del muerto es la lagartija. La nana usa un uniforme color de rosa durante el día, una especie de bata con botones al frente, que le queda pegadito al cuerpo y le catapulta los senos. Anoche iba con un conjunto deportivo que no le hace ningún favor. Llevo muchas semanas observándola y sé que entra a trabajar a las 7 de la mañana y sale a las 7 de la noche. Ya son muchos sietes, pero no creo en las casualidades. Más bien creo que los padres del crío también sufren de predisposición a la crueldad.

     La mala leche del chavito produce un efecto en cadena sobre mi humor. Yo siempre me levanto de buenas. Y esto es algo que hago a propósito, es decir, en forma consciente. Lo más fácil sería renegar de mi suerte nomás abrir los ojos, pero la verdad es que, bien mirado, la mía es una buena vida. No tengo la obligación de criar a un zoquete como el de los vecinos, me puedo botar la quincena en entradas para el cine o en tarjetas coleccionables del fútbol, y no tendré que pagar una universidad carísima para que al paso de los años el infeliz me salga con que se va a meter a la política. Por estas y otras razones ─que no vienen al caso─ es que todos los días salgo de mi departamento con una ancha sonrisa, saludo amablemente a los vigilantes de turno y miro a la calle con la sensación de que nada puede salir mal. Entonces me topo con el mini delincuente, prendido a la suave mano de su nana, y de inmediato me llega una epifanía. Sé que de un momento a otro, antes de embarcarme en el transporte público rumbo al banco para el que trabajo, algo muy desafortunado ocurrirá. Hoy, por ejemplo, la pedrada fue a dar directo a la jaula de unos gorriones veteados con nuca rojiza. Como si no fuera suficiente castigo el mantenerlos privados de libertad, encima les zangolotean las rejas de la prisión. Ya está. El sátrapa en miniatura ha logrado que se me revuelvan las tripas, que no es otra cosa que sentir repugnancia o aversión.

     Me recuperaba de la náusea cuando vi a la nana meterle un jalón de brazo al chiquillo, aunque pronto se mostró arrepentida. Lo adiviné porque se acuclilló frente a él para acariciarle los cachetes de pera. Su ropa interior era de un azul muy tenue. No estoy inventando, el rostro en forma de pera existe y se caracteriza por una cara ancha con frente estrecha y una mandíbula más extendida que la sien. Hay otros tipos de cara: redonda, corazón, ovalada, cuadrada… La nana tiene un rostro en forma de triángulo invertido, con pómulos anchos y mandíbula estrecha, por eso le convienen los peinados de media melena suelta sobre los hombros. Tal como sospechaba, ese día ocurrió algo muy lamentable y fue que me despidieron del banco. Había llegado puntual a ocupar mi posición en la caja 7 de la sucursal en Toreo, pero no podía quitarme de la cabeza aquella visión. Durante toda la mañana volé en el cielo azul del pedacito de tela, respirando en la carne blanda de aquellos muslos de nube… Y la cosa fue que, ¿sabe qué hice? Sin darme cuenta, es decir, sin ser consciente, transferí una cantidad de 7 cifras a la nómina de unos jubilados en vez de enviarla al SAT.

 

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Twitter: @mldeles

 

De la Autora

He colaborado en el periódico Intolerancia con la columna "A cientos de kilómetros" y en la revista digital Insumisas con el Blog "Cómo te explico". Mis cuentos han sido publicados en las revistas Letras Raras, Almiar, Más Sana y Punto en Línea de la UNAM y antologados en “Basta 100 mujeres contra Violencia de género”, de la UAM Xochimilco y en “Mujeres al borde de un ataque de tinta”, de Duermevela, casa de alteración de hábitos.

He sido finalista del certamen nacional “Acapulco en su Tinta 2013”, ganadora del segundo lugar en el concurso “Mujeres en vida 2014” de la FFyL de la BUAP, obtuve mención narrativa en el “Certamen de Poesía y Narrativa de la Sociedad Argentina de Escritores”, con sede en Zárate, Argentina y ganadora del primer lugar en el “Concurso de Crónica Al Cielo por Asalto 2017” de Fá Editorial.

He participado en los talleres de novela, cuento y creación literaria de la SOGEM y de la Escuela de Escritores del IMACP y en los talleres de apreciación literaria del CCU de la BUAP.