Sálvese quien pueda
Un olor a cebolla podrida lo atacó al abrir la puerta. Era un hedor inaguantable y pesado que hizo anticipar a Arturo Pereyra la peor de las tragedias. En efecto, el cadáver contaba ya una semana de encierro, pero nunca…
Un olor a cebolla podrida lo atacó al abrir la puerta. Era un hedor inaguantable y pesado que hizo anticipar a Arturo Pereyra la peor de las tragedias. En efecto, el cadáver contaba ya una semana de encierro, pero nunca…