Morir dos veces
En un intento desesperado, sus dos mejores amigas le dieron el oxígeno de sus pulmones y el calor de sus almas
En un intento desesperado, sus dos mejores amigas le dieron el oxígeno de sus pulmones y el calor de sus almas
Había subido cumbres y montañas, había dejado atrás su pueblo y habíamos cruzado el camino de las aventuras en los vagones del ferrocarril
Todas las mañanas, aún enfermo, me asomaba al frío de aquellos días, veía la calle, los árboles, el tiempo pasar
Creyó, por un momento, que los doce años de Ruli ya habían sido suficientes y que el final estaba muy cerca
Ha dejado unas hojas sueltas, unas páginas en silencio; quizás en su última noche los demonios lo atormentaron