• 20 de Junio del 2025
José Ojeda Bustamante

José Ojeda Bustamante

Los resultados del 1 de junio en Durango y Veracruz confirman que la fragmentación municipal no es una anomalía, sino un nuevo patrón estructural. La irrupción de Movimiento Ciudadano, el desvanecimiento de la hegemonía de Morena y los estrechos márgenes de victoria en municipios clave revelan un electorado cada vez más exigente y volátil, dispuesto a castigar o premiar según los resultados concretos de la gestión.

Claudia Sheinbaum se ha caracterizado por evitar los golpes de autoridad, y más bien, ser de silencios estratégicos. En vez de intervenir en las disputas internas de Morenagobernadores confrontados, dirigentes en pugna, operadores tensando alianzas— ha optado por la inacción calculada.

Brasil, bajo el liderazgo de Luiz Inácio Lula da Silva, y América Latina en general, enfrentan un dilema entre la experiencia de líderes longevos y la renovación impulsada por figuras jóvenes. La "samba diplomática" de Brasil, que equilibra relaciones con China, Rusia y Occidente, refleja este tensionado equilibrio, pero ¿es la veteranía de líderes como Lula un obstáculo o una ventaja para la región en un mundo multipolar?

En 2025, dos aniversarios de peso histórico han pasado de este lado de occidente un tanto olvidados: los 80 años de la entrada del Ejército Rojo en Berlín, que marcó el colapso del nazismo, y los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlán, el corazón pulsante de la civilización mexica.

Para México, estas fechas no son meros recuerdos; son símbolos vivos que nos retan a mirar el pasado con ojos nuevos, no para quedarnos en la nostalgia, sino para impulsar un futuro de justicia, libertad y reconciliación. Los símbolos no son estatuas inmóviles, sino antorchas que alumbran el camino hacia un México y un mundo más justos.

La caída de Berlín en abril de 1945 fue más que un triunfo militar; se trató de la derrota de una ideología que negó la dignidad humana. Cuando la bandera soviética ondeó en el Reichstag, el mundo respiró aliviado, pero también enfrentó una verdad incómoda: la libertad ganada a menudo viene con nuevas luchas.

Para los mexicanos, esta lección resuena profundamente. Nuestra historiadesde la Independencia de 1810 hasta la Revolución de 1910está tejida de batallas contra la opresión, de momentos en que el pueblo se levantó para reclamar su voz. Berlín nos recuerda que la democracia no es un regalo eterno; es una conquista que exige vigilancia. En un México donde las instituciones democráticas enfrentan retos, este símbolo nos llama a defender la transparencia, la pluralidad y el respeto al Estado de derecho con la misma tenacidad que antaño se hizo.

Por otro lado, los 700 años de Tenochtitlán son un orgullo que late en el alma mexicana. Fundada en 1325, según las crónicas mexicas, la ciudad sobre el lago Texcoco fue un prodigio de ingenio: sus chinampas, templos y mercados reflejaban una sociedad compleja y vibrante. Paradójico todo esto en un México donde los pueblos originarios aún luchan por reconocimiento y equidad, honrar a Tenochtitlán significa corregir las deudas históricas. Significa escuchar las voces de las comunidades indígenas, integrar su sabiduría en nuestro presente y construir un país que no solo mire con orgullo sus raíces, sino que las haga florecer. La grandeza mexica nos enseña que la cultura es resistencia, pero también un puente hacia la unidad en un país diverso.

Estos aniversarios, aunque distintos en tiempo y espacio, comparten una lección: los símbolos tienen poder cuando los hacemos nuestros. Berlín nos advierte que la libertad es frágil y que el autoritarismo, en cualquier forma, acecha cuando bajamos la guardia. Nos inspira a fortalecer nuestras instituciones, a fomentar el diálogo y a rechazar la polarización que amenaza con dividirnos. Tenochtitlán, por su parte, nos desafía a construir un México incluyente, donde la riqueza cultural no sea solo un discurso, sino una realidad tangible en políticas públicas, educación y oportunidades. En un mundo donde el pasado a menudo se usa para justificar odios o exclusiones, estos símbolos nos piden lo contrario: que los usemos para sanar, unir y avanzar.

Como mexicanos, llevamos en la sangre la capacidad de transformar el dolor en esperanza, de convertir los retos en oportunidades. Berlín y Tenochtitlán no son solo fechas en un calendario; son espejos que reflejan quiénes hemos sido y faros que nos guían hacia quiénes podemos ser. Que estos 80 y 700 años nos impulsen a defender la libertad conquistada, a honrar la diversidad que nos define y a soñar un México donde el pasado no sea una sombra, sino una fuerza que nos eleve.

 

José Ojeda Bustamante

@ojedapepe

En las elecciones de 2024, Movimiento Ciudadano (MC) se posicionó como la tercera fuerza política nacional, con más de 6.4 millones de votos obtenidos sin alianzas partidistas. Este resultado lo coloca como una anomalía estratégica dentro de un sistema donde la concentración de fuerzas parece estar entre Morena y el frente opositor. Pero más allá de los números, MC plantea preguntas politológicas de fondo: ¿qué tipo de partido es?, ¿cómo encaja en la evolución del sistema de partidos mexicano?, ¿y cuál es su impacto real sobre la calidad democrática? ¿estamos ante una fuerza de renovación genuina o un actor funcional a la crisis de representación?

Según Giovanni Sartori (2005), los sistemas de partidos se definen no sólo por su número de competidores, sino por su grado de polarización ideológica y su funcionalidad institucional. En este esquema, MC no encaja cómodamente en ninguna categoría clásica: no es un partido de masas, pero tampoco ha alcanzado el grado de institucionalización que caracteriza a los partidos cartel.

En cambio, MC opera como un partido personalista de nueva generación, que capitaliza el carisma de liderazgos jóvenes (Máynez, Alfaro, Samuel García), combinando comunicación emocional, estética de “lo nuevo” y una narrativa antipartidista. Esta lógica recuerda los patrones de emergencia de partidos como En Marche en Francia o Ciudadanos en España, que nacen como alternativas suaves al sistema tradicional, pero con estructuras endebles.

A diferencia de partidos tradicionales, MC no cuenta con una militancia estructurada a nivel nacional ni una ideología definida; su ventaja reside más bien en su capacidad de adaptación táctica. En los estados donde gobierna, se comporta como un actor institucional; en el plano federal, como una “alternativa joven” desmarcada del establishment.

Desde la perspectiva de F. Freidenberg (2016), MC puede considerarse un partido de institucionalización débil, pero altamente funcional, en tanto logra articular candidaturas competitivas sin una estructura tradicional. Se apoya en una lógica outsider con tintes de innovación institucional, pero también en estrategias de marketing político propias de campañas centradas en la imagen y el entretenimiento.

La candidatura presidencial de Jorge Álvarez Máynez fue un caso paradigmático: escenografía naranja, uso intensivo de redes sociales, discurso disruptivo con tintes progresistas, y rechazo explícito a “los mismos de siempre”. Esta narrativa conectó con un segmento juvenil y urbano, especialmente en votantes de primera vez o desconectados de los partidos tradicionales.

Pero ¿es esto suficiente para hablar de nueva política? La politología comparada advierte que la antipolítica disfrazada de modernidad puede esconder una falta de profundidad programática, y terminar reproduciendo las lógicas que critica. En este sentido, MC camina una línea delgada entre ser una opción real de renovación o convertirse en un actor funcional al desgaste general del sistema.

Para Andreas Schedler (2006), las democracias electorales pueden albergar partidos que actúan como opositores estratégicos, sin buscar necesariamente el poder, sino beneficios simbólicos o de negociación. MC parece operar bajo esta lógica: evita alianzas, mantiene una posición intermedia, y prioriza la diferenciación simbólica sobre la competencia real por el poder.

Este comportamiento no necesariamente refuerza la democracia. Y es que las democracias sanas requieren partidos que actúen como “gatekeepers” institucionales, y que asuman costos por defender las reglas del juego, aún en la competencia. MC ha evitado esa responsabilidad. Prefiere no cargar con los costos del poder ni comprometerse con una oposición coherente.

El resultado: una fuerza política que fragmenta sin necesariamente construir. Si bien canaliza el desencanto ciudadano, no ofrece aún una alternativa programática robusta ni un modelo de gobierno replicable fuera de los estados que ya controla.

Movimiento Ciudadano es más que una moda electoral: representa un síntoma estructural de la crisis de representación en México. Su ascenso se explica no solo por su narrativa juvenil o sus liderazgos carismáticos, sino por el agotamiento de las opciones tradicionales y la falta de credibilidad del sistema de partidos.

Sin embargo, su consolidación dependerá de su capacidad para institucionalizarse sin perder frescura, y para ofrecer una agenda clara que supere el marketing político. Si logra eso, podrá ser una fuerza disruptiva con impacto real. Si no, podría repetir el ciclo de los partidos emergentes que brillan fugazmente para luego diluirse en la volatilidad política.

Desde las antípodas, podemos apreciar que MC ilustra bien los dilemas de las democracias contemporáneas: entre la innovación simbólica y la institucionalidad, entre la representación emocional y el vacío programático.

@ojedapepe

El 13 de abril de 2025, en la Unidad Habitacional La Margarita, en Puebla Capital, despierta con un murmullo diferente. Bajo el cielo aún rosado, decenas de vecinos se reúnen, armados con escobas, machetes y brochas. El Gobernador Alejandro Armenta Mier está entre ellos, no como una figura distante, sino como uno más, con las mangas remangadas, podando un arbusto. La faena comunitaria número 14 está en marcha: banquetas se barren, guarniciones se pintan de blanco brillante, y más de tres carros de volteo se llenan de escombros. Los niños corretean, aprendiendo el valor del esfuerzo colectivo, mientras los mayores comparten memorias. Hay algo en el aire, una chispa de orgullo que transforma el cansancio en satisfacción.

En un momento, Armenta se detiene para anunciar dos proyectos: la rehabilitación de puentes peatonales sobre el río y una inversión de 600 millones de pesos para llevar agua del Lago de Valsequillo a municipios como Tecamachalco y Tepeaca. La multitud escucha atenta, no solo por las promesas, sino por el hombre que las dice, alguien que lleva desde 1990 organizando faenas en Acatzingo, que conoce el poder de un pueblo unido.

Las faenas no son solo limpieza; son un acto de amor por Puebla. Son el reflejo de una visión que Alejandro Armenta Mier ha cultivado durante décadas: un estado donde la comunidad se reúne, no por obligación, sino por un deseo compartido de construir algo mejor. Cada rama cortada, cada banqueta pintada, es un paso hacia un Puebla más seguro, más hermoso, más unido. Estas jornadas encarnan el “humanismo mexicano”, un ideal que busca “Senderos de Paz” donde los ciudadanos no solo conviven, sino que prosperan juntos.

El impacto trasciende lo visible. Un entorno limpio disuade el delito, invita a los visitantes, y puede, con el tiempo, impulsar la economía local al hacer de Puebla un destino más atractivo. Pero el verdadero cambio está en las personas. En La Margarita, un joven, con pintura en las manos, añade: “Esto me hace querer cuidar mi calle siempre”. Las faenas siembran una semilla de responsabilidad colectiva, un recordatorio de que el bienestar de Puebla depende de todos.

Las faenas resuenan con una tradición mexicana profunda: el tequio, ese trabajo comunitario donde los vecinos se unen por el bien común. Armenta, con su historia de faenas en Acatzingo, no inventó esta práctica, pero la ha elevado a una escala estatal, dándole un nombre y un propósito renovado. Es como si hubiera destilado el espíritu del tequio, en una palabra—“faena”—que ahora permea todo el estado de Puebla. En Huejotzingo ó en Zacatlán, por ejemplo, las faenas comenzaron el 15 de octubre de 2024, es un movimiento que no impone, sino que inspira, se destaca marcando el camino para otros municipios. No son chispas aisladas, es una articulación con los tres niveles de gobierno, con el ejemplo la Presidenta Claudia Sheinbaum con los Senderos de Paz, Alejandro Armenta con las Faenas Comunitarias y por mencionar a Roberto Solís Presidente Municipal de Huejotzingo que emula el trabajo comunitario, los senderos y las faenas, seguramente hay muchos y muchas más.

Las faenas son un telar donde se entretejen los hilos de la comunidad. Cada jornada fortalece la confianza entre los poblanos, recordándoles que no están solos en la construcción de su futuro. Son un antídoto contra la indiferencia, una invitación a mirar al vecino, al barrio, al estado, con ojos de compromiso. Como dijo Armenta: “No somos faraones ni virreyes, somos ciudadanos al servicio de Puebla”. Esta frase captura la esencia de las faenas: un liderazgo que no se eleva sobre la gente, sino que camina con ella.

El Gobernador no solo organiza; participa, suda, escucha. En La Margarita, mientras recoge escombros, una anciana le cuenta cómo el barrio ha cambiado desde los años setenta. Él asiente, no con prisas, sino con atención. Este diálogo, tan simple y humano, es parte de lo que hace que las faenas sean trascendentales. No son solo tareas; son momentos donde se reconstruye la confianza, donde se teje un Puebla más solidario.

Las faenas no terminan con un día de trabajo. Armenta ha anunciado planes para limpiar más vías, como el Bulevar CU hasta San Francisco Totimehuacan, incluyendo áreas cercanas al Africam Safari y el Valsequillo. Cada proyecto es una pieza de un rompecabezas mayor: un estado donde la belleza de sus paisajes refleja la fortaleza de su gente. Las faenas son el cimiento de este sueño, un recordatorio de que el cambio comienza con las manos de los ciudadanos.

Las faenas comunitarias de Alejandro Armenta Mier son una filosofía viva. Dan nombre a una verdad que el Gobernador ha entendido desde hace años: que la grandeza de Puebla no está en sus monumentos, o aquellas obras faraónicas, sino en su gente unida. Cada faena es un acto de fe en la comunidad, una apuesta por un tejido social más fuerte, por un estado donde el orgullo cívico sea tan común como el aire que respiramos. Para los poblanos, participar en una faena no es solo limpiar una calle; es escribir, con cada esfuerzo, una historia de unidad y esperanza.

En la IX Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), celebrada el 9 de abril de 2025 en Tegucigalpa, Honduras, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, emergió como una figura pivotal, destilando una diplomacia que, como el agave, combina raíces profundas con una capacidad transformadora.

Las relaciones entre México y Estados Unidos parecieran entran, cada semana en tiempos de tensión de acuerdo con el estilo confrontativo del presidente Donald Trump. Desde las amenazas de aranceles del 25% sobre bienes mexicanos, la redesignación del Golfo de México como "Golfo de América" y una postura agresiva sobre migración y narcotráfico, Trump ha reavivado su estilo confrontativo.

En México, la política está tomando nuevos colores. Más allá del PAN y el PRI que por décadas se consideraron los partidos tradicionales, hoy vemos surgir voces más radicales, conocidas como las "nuevas derechas".

Puebla se ha consolidado como uno de los estados mexicanos con mayor flujo migratorio hacia Estados Unidos, una dinámica que ha evolucionado desde finales del siglo XX y que hoy refleja tanto oportunidades como desafíos.

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