Desde su época como cardenal, León XIV ya había manifestado en redes sociales su desacuerdo con la separación de familias en la frontera, las deportaciones masivas y las restricciones a los refugiados.
“La política migratoria de Trump no le gusta y no piensa quedarse callado”, afirmó recientemente su hermano, John Prevost, en una entrevista a medios en Chicago. Sus palabras reflejan el perfil de un pontífice dispuesto a continuar la senda del papa Francisco en materia de justicia social.
Durante su trayectoria como misionero en Perú, León XIV cultivó un compromiso profundo con los más vulnerables, una experiencia que ahora traslada al Vaticano. En múltiples ocasiones, ha defendido a los "Dreamers" —jóvenes migrantes sin estatus legal en Estados Unidos— y ha mostrado su solidaridad con las víctimas de racismo.
Incluso, ante comentarios del vicepresidente estadounidense J.D. Vance, quien cuestionó el mandamiento de amar al prójimo, el Papa respondió que “Jesús nunca pidió clasificar a quién se debe amar”.
Sectores del movimiento Make America Great Again (MAGA) han reaccionado con dureza. Algunos lo han tildado de “marxista” o “globalista”, acusaciones que revelan las tensiones entre el ala conservadora estadounidense y el nuevo liderazgo eclesiástico.
León XIV, sin embargo, en su discurso inicial se mostró decidido a construir puentes, no muros. Su elección refuerza una visión de Iglesia que, más allá de lo dogmático, se compromete con las realidades sociales de millones de personas desplazadas, marginadas y olvidadas por las políticas de exclusión.
