• 03 de Agosto del 2025
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“Tuve un sueño”

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Un artículo de opinión inspirado en el célebre discurso del Dr. King, para abrazar una agenda mínima común entre mujeres

 

Por: Juanita Marmolejo

 

Vale la pena recordar que el 8 de marzo fue consagrado como el “Día Internacional de la Mujer” en conmemoración de la lucha emprendida por manifestantes obreras de origen neoyorquino, quienes —en aras de mejorar sus condiciones laborales y de dignidad— fueron reprimidas con disparos a quemarropa por parte de la policía y mediante un incendio inducido al interior de la fábrica de textiles que era su centro de trabajo.

Sus vidas y sobre todo sus cualidades de organización y politización; su perfil de mujeres demandantes y su propia lucha, fueron suficientes para que la “Internacional Socialista de Mujeres” eligiera la citada fecha para tal declaratoria. Lo anterior, a propuesta de Clara Zetkin, una política alemana e ideóloga socialista, quien además destacó por ser precursora de dicha organización internacional.

Estos datos son reveladores al momento de situar al feminismo en el centro de la lucha social como chispa para detonar el reconocimiento. Ese fue el derrotero de Nueva Zelanda en 1893, lugar y año en el que logramos votar por primera vez. Asimismo, lo fue el triunfo de Sirimavo Bandaranaike al erigirse como la primera ministra en la historia de su país natal —Sri Lanka— y la primera en el mundo. De igual forma, lo fueron los pasos hacia el pacifismo seguidos estoicamente por Rigoberta Menchú; víctima de la represión y la violencia, y primera mujer en recibir el Nobel de la Paz.

En la lucha se sitúan también las protagonistas de nuestra historia, sin las cuales es imposible explicar los procesos de transformación de este país ¿Quién podría, por ejemplo, escatimar la enorme contribución de Josefa Ortiz de Domínguez o de Leona Vicario al interior de los movimientos autonomistas e independentistas?

¿Cómo explicar la vida social, económica, política e incluso, militar sin nosotras? ¿Cómo cubrir los huecos en el obraje, el campo o el resto de los trabajos, cuando los varones se situaban en las actividades de guerra?

¿Cómo prescindir del papel de las mujeres en los procesos de transformación, por ejemplo, sin una mujer como Carmen Serdán Alatriste? Una de elevadas cualidades como: la firmeza de sus ideas, su solidaridad y su apoyo sin cortapisas a la justicia social.   

¿La cuarta transformación podría caminar sin una distinguida poblana, como Charito, quien con su cariño solidario y sus cuidados, garantiza la fuerza vital del representante poblano de este proceso? ¿La cuarta transformación podría tener consistencia sin una afirmación como la siguiente: este país no puede ser uno de mujeres “de primera y de segunda”, por lo cual “renuncio a ser llamada primera dama”; tal como lo sentenció otra talentosa poblana?

La cuarta transformación merece contar con nuestra unión y para ello requerimos de un piso mínimo; uno que nos permita reconocer avances e identificar desafíos. Sobre lo primero, considero digno reconocer que hemos avanzado en el camino a la paridad, gracias a decisiones como las del Presidente Andrés Manuel López Obrador o nuestro Gobernador Miguel Barbosa Huerta, quienes han impulsado que la titularidad de las secretarías recaiga en mujeres.

Que las cuotas de género han permitido caminar en el mismo sentido a nuestro congreso local. Por ejemplo, en la legislatura pasada tuvimos la primera presidenta de la Mesa Directiva; conseguimos un importante número de presidencias de comisiones que se podrían considerar “relevantes” en el proceso de toma de decisión, como la de “gobernación y puntos constitucionales” o la “inspectora de la Auditoría Superior del Estado”.

En otros asuntos de interés público nacional podrían señalarse: el incremento de la matrícula universitaria en mujeres; el impulso a acciones afirmativas y políticas compensatorias a su favor, mediante la creación del Instituto Nacional de la Mujer; el diseño de cuerpos normativos para sancionar y erradicar la violencia que se ejerce en contra nuestra; la inhibición de la desigualdad estructural a través de políticas sociales que han sido elevadas a rango constitucional, etcétera.

Sin duda, lo anterior resulta muy significativo; no obstante, existe una agenda pendiente que es digna de convergencia por encima de ideologías y partidos. Sin las parcelas de intereses en las que pretenden ubicarnos los conservadores —de forma estratégica y audaz— para dividirnos a las mujeres y romper un eventual esfuerzo articulador.

Conocemos muy bien el oportunismo que les caracteriza y por ello nos pitorreamos en su postura —nada creíble— de llegar a autonombrarse “más feministas que las propias feministas”.

Por lo que, sin pretender atizar el fuego de sus intentos de división, sino más bien, de construir ese “piso mínimo”, esa agenda capaz de aglutinar nuestras demandas y aspiraciones comunes; declaro lo siguiente:

Sueño con un México libre de violencia sistemática ejercida en contra de sus mujeres.

Sueño con un México en el que las descendientes de sus pueblos originarios han alcanzado la justicia histórica y su dignidad; reconociendo su derecho a autodeterminarse, enorgulleciéndose de su legado cultural y promoviendo su integración.

Sueño con un México que recompone su tejido social desde las relaciones de equilibrio entre mujeres y hombres, diluyendo la terrible herencia del patriarcado.

Sueño con un México donde se visibilizan las problemáticas de las mujeres y se sitúan como eje prioritario de la agenda gubernamental.

Sueño con un México en el que se ha logrado inhibir el embarazo en niñas y mujeres adolescentes; como respuesta a un esfuerzo colectivo.

Sueño con un México que reconoce la doble o triple jornada de sus mujeres, como obreras, campesinas, profesionistas o trabajadoras de cualquier índole, y al mismo tiempo, madres, madres y padres, enfermeras del hogar, responsables de sus casas, etcétera.

Sobre todo, sueño con un México en el que las mexicanas pueden mirarse a sí mismas a través de sus hermanas, logrando empatía, solidaridad y causa común.