• 16 de Mayo del 2024

Felices fiestas

Antad

Todas las familias perfectas cenan pavo en Noche Buena, pero cada familia disfuncional tiene una receta particular con la que lucirse en las fiestas decembrinas.

 

En casa rellenamos los chilpotles con jamón serrano y queso gouda, además de bañar la ensalada de manzana con auténtica nogada para luego comerlo todo junto. Mientras cocinamos durante días nos juramos que ésta será la última Navidad; que ya estamos hartos de tanta friega, que nadie quiere lavar los trastes y que el gasto no es parejo. Pero nunca cumplimos la amenaza, a excepción de mi madre, que hace cinco años nos gritó desde la puerta del comedor: “chingo a mi madre si vuelvo a hacer aguinaldos”, y lo cumplió.

 

         La nuestra es una familia del subtipo muégano. Siempre estamos los unos sobre los otros, haciéndonos daño y cantándonos el precio. Si alguno se va, acaba volviendo, porque dónde va a sufrir más y mejor. Cada rol es indispensable para desestabilizar el porvenir común: el narcisista, el antisocial, el obsesivo-compulsivo, el dependiente y el evadido. La cena de navidad se cocina entre todos, es ley. Tenemos el que canta y el que llora, el que se ahoga y el que grita, el que sazona y el que por falta de talento culinario debe lavar los trastes o hacer los mandados. En gustos se rompen géneros, nosotros nos rompemos la madre y cuando llega la hora de sentarse a la mesa lo único que queremos es dormir.

La casa alberga a tres generaciones, en cuartos separados que se han ido construyendo y reformando con el tiempo sin modificar los planos originales. Vivimos juntos y revueltos, y somos tan perseverantes que ni en navidad pactamos la tregua. No hay celebración sin jeta. Por eso, cuando anunciaron la ley seca a causa de la pandemia, nos entró la histeria colectiva y hubo que sacrificar a un miembro del clan en una cola de más de dos horas frente al Prisa. No sabemos de poquitos, no conocemos la prudencia y tampoco entendemos de distancia. Nos gusta estar encimados para bien y para mal. Aquí nadie cae sin que corramos a levantarlo.

Mi madre se está muriendo hace veinte años (una versión asegura que ya son cuarenta). Lo anuncia en cada cambio de estación, pero es en estas fechas cuando el fervor le bebe las palabras y se pone seria. Tiene fuerza suficiente para hacernos a todos la famosa cruz de tierra, aunque esta vez le pedimos que nos dirigiera el bacalao para que no se pierda la receta de su tía bisabuela. Sentada en un sillón en medio de la cocina nos fue dando las instrucciones. Ya no puede desplazarse como solía hacerlo, con su vaso de whisky en una mano y la cuchara de madera en la otra, pero sigue escupiendo una lucidez melancólica que no deja lugar a dudas. Ha empequeñecido desde que murió mi hermana y el verde de sus ojos se deslava con el torrente que empieza a mojar sus manos en cuanto amanece. Nadie como ella para dirigir la orquesta.

Cocinar la cena nos lleva más de una semana con música de fondo. Frank Sinatra y las princesas de Disney son testigos. Las familias disfuncionales tienen sobre las otras un sentido de pertenencia que va más allá de lo humanamente posible. Unos son responsables de otros hasta siempre, porque no todos se convierten en adultos. No importa cuánta leña se eche al fuego, mantenernos unidos es la actividad preponderante del clan. No existe madre ni padre, sino roles que mutan de acuerdo con las circunstancias. Este año hubo pierna ahumada con jengibre y mandarina, chilpotles rellenos de jamón serrano y queso gouda, ensalada de manzana, el bacalao de la tía bisabuela, alfajores y unos ayocotes refritos con longaniza y cacahuate, que se echaron a perder porque desobedecimos a mi madre y los dejamos en una olla de aluminio. Y es que todavía no estamos preparados para dejarla ir.

Ya estamos pensando en la cena de fin de año, pero esta vez nos vamos a chutar unos capítulos de “El ingrediente secreto: Cannabis”.

¡Felices fiestas!

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Twitter: @mldeles

 

De la Autora

He colaborado en el periódico Intolerancia con la columna "A cientos de kilómetros" y en la revista digital Insumisas con el Blog "Cómo te explico". Mis cuentos han sido publicados en las revistas Letras Raras, Almiar, Más Sana y Punto en Línea de la UNAM y antologados en “Basta 100 mujeres contra Violencia de género”, de la UAM Xochimilco y en “Mujeres al borde de un ataque de tinta”, de Duermevela, casa de alteración de hábitos.

He sido finalista del certamen nacional “Acapulco en su Tinta 2013”, ganadora del segundo lugar en el concurso “Mujeres en vida 2014” de la FFyL de la BUAP, obtuve mención narrativa en el “Certamen de Poesía y Narrativa de la Sociedad Argentina de Escritores”, con sede en Zárate, Argentina y ganadora del primer lugar en el “Concurso de Crónica Al Cielo por Asalto 2017” de Fá Editorial.

He participado en los talleres de novela, cuento y creación literaria de la SOGEM y de la Escuela de Escritores del IMACP y en los talleres de apreciación literaria del CCU de la BUAP.