• 30 de Abril del 2024

Los doce trabajos de Heraclio

Facebook

De qué te sirve tener buen verbo si todo se te va en decir estupideces. Pero eso debiste haberlo pensado antes de abrir la boca, Heraclio, ahorita ya para qué.

 

Te quedaste mudo, viendo al espejo del techo con los ojos hinchados, dizque pensando en que te faltaban varias reencarnaciones para alcanzar el estado de iluminación en la consciencia. Para cuando te diste cuenta de la embarrada, Berenice llevaba ya demasiado tiempo en la regadera, frotándose el cuerpo con jabón chiquito bajo un chorro más miserable que el tuyo. Y sí, te paraste a tocarle la puerta, no se le fuera a ocurrir cortarse las muñecas con el empaque del Rosa Venus, ¿te imaginas el desmadre para sacarla de ahí? Pero ella no te quiso abrir. De sus labios salió un pujido melancólico, vacío de significado, que solo te alcanzó para confirmar que seguía con vida.

     Te volviste a sentar en el borde de la cama mientras se te ocurría algo. ¿Qué más podías hacer? Por desgracia no tenías experiencia en la lectura del lenguaje femenino y navegar en el océano de los nadas y los comoquieras se te antojó un asunto de gente grande. Qué feo color el de las paredes, entre gris mugre y blanco cochino según la posición del sol. Convencer a Berenice de ir a ese hotel te había costado lo que a Hércules cualquiera de sus trabajos. Ella era tu león de Nemea, la piel lisita e impenetrable que deseabas echarte encima para lamerle las corvas y besarle los dedos, pero antes de eso vino lo de la Hidra. Cada vez que lograbas quitarle de encima a uno de sus admiradores, le salían dos nuevos y dos más. Hasta el jefe te la había madrugado.

     La Cierva de Cerinea tenía pezuñas de bronce y cornamenta de oro. Se dejaba crecer las uñas de los pies para adornárselas con encapsulados de cobre, del mismo tono que se ponía la esposa del jefe en las manos. Tú querías rescatarla del triángulo, engancharla a tu carro, un Tsuru rojo que a veces arrancaba y a veces no, y por eso la perseguiste, aunque en el camino tuvieras que agarrarte con el Jabalí. Esa enorme criatura causaba estragos en toda la oficina. Su cólera era feroz y se cebaba con los hombres y mujeres que tenía a su cargo. Qué bueno que se te ocurrió mandarle las fotos que le sacaste montando a Berenice en su escritorio. Ya habías pensado subirlas a la red interna, cosa que no hubiera estado mal sino peor. ¿Crees que después de eso Berenice te hubiera volteado a ver? Y agradece que el Jabalí nunca supo de dónde venían. ¿Cómo le hubieras hecho para mantener esposa y tres hijos sin ese trabajo?

     El siguiente paso fue neutralizar a las aves de Estínfalo, unas cotorras que defecaban sobre la reputación de Berenice por puritito placer. Se caían de viejas y usaban dentadura postiza, pero bien que les gustaba seguir tragando carne. Ya sé que batallaste con las cartas de amor que les escribías en forma anónima para entretenerlas. Vaya que se pavoneaban en los pasillos, estrenando vestido y maquillaje, volteando de un lado a otro como queriendo adivinar tu identidad. Qué patéticas. Las tenías ya embelesadas cuando se te apareció el toro de Creta en calzones. Tamaño semental era ese tal Eugenio, el auditor de calidad que tenía los brazos como mapamundi de tan tatuados. Berenice cayó redondita en su estrujón de repartidor de garrafones de agua. Quince días le duró el capricho a la señora. Dos semanas en que no pudiste pegar el ojo nomás de imaginártelo desnudo y a proporción. ¿Qué habrá tenido de malo? ¿Por qué se habrá abierto así de pronto?

     Ahí fue donde te tocó limpiar los establos de Augías, todo el mierdero que se regó mientras Berenice anduvo de capa caída por los encantos del chacal. Se le salían los mocos de camino a la copiadora, pero te la rifaste, Heraclio. Nadie como tú para poner el hombro amigo. Bien por ti. Y cuando ya la creías ganada, comiendo de tu mano tibia, se aparecen las yeguas de Diómedes. Esas amigas de Berenice, dizque muy buenas anfitrionas, a la hora de la hora se almorzaban a sus invitados. Te vas de fiesta con ellas a un antro que abrieron junto a la oficina y, ¿no fueron ellas las que se te arrimaron en lo que Berenice fue al baño? ¿No te pidieron aventón y luego te cayeron cual Gerión de cuarta, entre las tres? Hipólita la peor de todas, que te tuvo amarrado a su cama de viernes a sábado mientras tu mujer peinaba los hospitales creyendo que te había agarrado Covid.

     Contra todo pronóstico llegaste por fin al jardín de las Hespérides, arrastrando la cobija, eso sí. Y lo digo sin tiento, porque dejaste plantada a tu esposa en la fuente de San Miguel, toda vestida y alborotada, en pleno día de su aniversario de boda. Había encargado a tus criaturas con una vecina, pero valiéndote madres y con la quincena completa en la cartera, tú lo que querías era probar la manzana prohibida. Sentías que te lo habías ganado a pulso luego de tantos trabajos y que Cancerbero era un cachorro de teta junto a ti. Convenciste a Berenice de ir contigo a ese hotel de la carretera, de quitarte la ropa y de poner música suavecita, pero ya para qué. No podías sacarte de la mente que ya antes habían estado entre sus piernas el jefe, Eugenio y ve tú a saber cuántos otros de la oficina. La llamaste zorra, perra, víbora y hasta la mandaste a bañar. ¿En qué estabas pensando, Heraclio? Ahora a ver qué se te ocurre para cuando salga, si es que sale. Y no quiero asustarte, pero esta va a ser una de esas veces en que el Tsuru no arranque, así que mejor ve pidiendo un Uber.

 

------------------------------

Twitter: @mldeles

 

De la Autora

He colaborado en el periódico Intolerancia con la columna "A cientos de kilómetros" y en la revista digital Insumisas con el Blog "Cómo te explico". Mis cuentos han sido publicados en las revistas Letras Raras, Almiar, Más Sana y Punto en Línea de la UNAM y antologados en “Basta 100 mujeres contra Violencia de género”, de la UAM Xochimilco y en “Mujeres al borde de un ataque de tinta”, de Duermevela, casa de alteración de hábitos.

He sido finalista del certamen nacional “Acapulco en su Tinta 2013”, ganadora del segundo lugar en el concurso “Mujeres en vida 2014” de la FFyL de la BUAP, obtuve mención narrativa en el “Certamen de Poesía y Narrativa de la Sociedad Argentina de Escritores”, con sede en Zárate, Argentina y ganadora del primer lugar en el “Concurso de Crónica Al Cielo por Asalto 2017” de Fá Editorial.

He participado en los talleres de novela, cuento y creación literaria de la SOGEM y de la Escuela de Escritores del IMACP y en los talleres de apreciación literaria del CCU de la BUAP.