El suicidio en sí, es un tema inquietante, sobre todo porque, en nuestra sociedad, se asocia con el desequilibrio emocional y las enfermedades mentales. El INEGI, en su reporte de 2024, a propósito del día de la prevención del suicidio, compartió los siguientes datos:
En México, en 2023, se registraron 8 837 suicidios, que representaron 1.1 % del total de muertes registradas.
La tasa de suicidio por cada 100 mil personas fue de 6.8; 2.5 en el caso de mujeres y 11.4 en hombres.
Las tasas más altas de suicidio por entidad federativa se presentaron en Chihuahua, Yucatán, Campeche y Aguascalientes (15.0, 14.3, 10.5 y 10.5, respectivamente).
Los caminos que conducen al suicidio son variados porque pueden ponerse en juego múltiples factores: desde la química cerebral, hasta experiencias traumáticas; desde retos virales, hasta deudas millonarias. En la mayoría de los casos, sin embargo, hay una experiencia de soledad y aislamiento, una visión de túnel que hace imposible desear el futuro.
Kuxlejal impresiona, no sólo porque muestra una problemática grave y poco visible: la alta incidencia de suicidios entre personas jóvenes de los Altos de Chiapas, también impresiona porque junto con el problema, exhibe una suerte de solución propuesta por los mismos jóvenes: hablar del tema y generar espacios de encuentro y expresión en la comunidad.
Kuxlejal presenta la conformación de un grupo de hip hop, las y los jóvenes bailan y escriben canciones para hablar de sus experiencias y emociones. Incluso organizan un festival cultural. Así, reformulan sus valores y construyen códigos para sentirse vivos y escapar de la ideación suicida.
En lo general, el suicidio es materia de estadísticas y de nota roja. En lo particular, conlleva desconcierto y dolor, tanto para quien decide quitarse la vida, como para sus familiares y amistades. A menudo, el suicidio de alguien cercano deja heridas que no cierran por completo, así como numerosas dudas y silencios.
¿Qué se necesita para prevenirlo o evitarlo? Por supuesto, no hay una fórmula infalible, pero en principio es sano reconocer que el problema existe (¡En 2023 se suicidaron 8 837 personas en México!), así que el primer paso sería promover el diálogo y la reflexión al respecto.
En un plano personal y cotidiano, se trata de aprender a escucharnos unos a otros, de reconocernos como personas y relacionarnos más allá del utilitarismo, poniendo en práctica lo que, a veces a la ligera, llamamos empatía.
Según la investigadora estadounidense Brené Brown, la empatía tiene cuatro componentes:
Escuchar: Prestar atención a lo que la otra persona nos dice (verbal y no verbalmente). A menudo la escucha implica todos los sentidos, no sólo el sentido del oído.
Validar: Reconocer y aceptar los sentimientos de la otra persona.
Conectar: Crear un vínculo.
No juzgar: Evitar críticas, mantener la mente abierta.
Por otra parte, todo esfuerzo orientado a la generación de espacios seguros y participativos (escuelas, clubes deportivos, entornos laborales, vecindarios, hogares) abona a la prevención del suicidio.
La promoción de la salud mental y la atención psicológica son elementos importantes, pero no son lo único necesario.
Si bien el suicidio es una problemática medible y localizable, sus raíces son extensas e intrincadas.
Una vida familiar libre de violencia, la disminución de la desigualdad, la prevención de las adicciones, las actividades deportivas y artísticas, el acceso a la educación y a empleos bien remunerados, son factores que ayudan a dotar de sentido la existencia, de manera similar a la comunicación empática.