Desde el espacio, la Tierra aparece como un planeta azul, un mundo aparentemente rebosante de agua. Sin embargo, la imagen es engañosa, aunque el 71 % de la superficie terrestre está cubierta de agua, solo el 3 % es dulce y apenas el 0.3 % está disponible en ríos, lagos y acuíferos accesibles.
A manera de chiste algunos expertos señalaron que “los extraterrestres sedientos quedarían decepcionados”, pero lo gracioso desaparece ante la realidad. Más de 2 mil millones de personas viven en zonas donde el agua potable está contaminada, expuestas a enfermedades como cólera, disentería y fiebre tifoidea.
El cambio climático, la urbanización descontrolada y la contaminación están reduciendo aún más este recurso vital. Los glaciares, que almacenan gran parte del agua dulce del planeta, se derriten a un ritmo acelerado, mientras que los acuíferos subterráneos la principal fuente de agua para la agricultura y el consumo humano se agotan por la sobreexplotación.
Un estudio publicado en Science Advances, reveló un fenómeno aún más alarmante: La Tierra está perdiendo su agua dulce a una velocidad insospechada pues sustentado en datos satelitales de las naves Grace y Grace-Fo de la NASA, recopilados entre 2002 y 2024, encontró que los continentes, excluyendo Groenlandia y la Antártida, se están secando a un ritmo acelerado.
La investigación denominada Sequedad Continental sin Precedentes, Disminución de la Disponibilidad de Agua Dulce y Creciente Contribución de la Tierra al Aumento del Nivel del Mar, publicada en Science Advances, tradujo esas pulsaciones en un diagnóstico: Los continentes han perdido almacenamiento de agua terrestre a un ritmo sin paralelo en la era satelital.
Para desentrañar las causas, emplearon el modelo hidrológico global que reveló aguas subterráneas, humedad del suelo, aguas superficiales y nieve. No se trata solo de sequías puntuales, señaló Matthew Rodell, uno de los investigadores, estamos viendo un cambio estructural en la distribución del agua a escala planetaria.
El calentamiento en el hemisferio norte del planeta es 4 veces superior al promedio mundial que acelera la liberación de agua hacia los océanos y prevén que el 83 % de los glaciares del mundo probablemente se derretirán en los próximos 80 años.
Las sequías extremas, cuya severidad ha empeorado en los últimos cinco años, completan el cuadro. Europa y América Central han visto cómo sus ríos y lagos han perdido volumen de forma consistente, confirmando que el almacenamiento de agua superficial disminuye.
En Canadá y Rusia, el permafrost (suelo congelado), se deshace y los glaciares continentales se licúan, alimentando ríos que desembocan directamente en el océano Ártico. En América Central y gran parte de Europa, sequías extremas de los últimos años han dejado acuíferos y embalses en niveles récord.
Desde 2002, el 75 % de la población mundial reside en 101 países que han perdido agua dulce año tras año, puntualizó el informe. China, India, Estados Unidos, México y casi toda Europa aparecen en la lista.
La pérdida masiva de agua continental está alterando incluso el nivel del mar global (GMSL). Aunque históricamente el derretimiento de los polos dominaba este fenómeno, ahora la contribución de los continentes podría volverse irreversible, señaló el estudio.
Los continentes se están secando más rápido de lo que las capas de hielo se derriten, dijo Matthew Rodell, Científico del Centro Goddard de la NASA y coautor del estudio publicado en Science Advances.
El agotamiento de los acuíferos no solo amenaza la agricultura, sino que reduce nuestra capacidad de adaptación al clima, erosiona la biodiversidad y profundiza las desigualdades en el acceso al agua, indicó el estudio. Las consecuencias son tangibles: niveles freáticos que se hunden, ciudades desérticas al borde del colapso hídrico y ecosistemas acuáticos en peligro.
La conclusión fue que estamos ante una reconfiguración permanente del ciclo hidrológico y sin políticas de gestión del agua que restrinjan el bombeo masivo y aumenten la recarga natural, la sequedad continental seguirá expandiéndose, el océano ganará volumen y altura, los acuíferos seguirán hundiéndose y los mapas del siglo XXI habrán de redibujarse con tinta azul que ya no está donde solía estar.
El mensaje final es inequívoco: Reducir significativamente las tasas de agotamiento global y facilitar la recarga a gran escala es un imperativo global. Almacenar más agua en tierra o simplemente dejarla donde está, disminuiría directamente la entrada de agua dulce a los océanos y ralentizaría la subida del mar.