No es nuevo, sino una ruta construida desde hace décadas.
Luego de la licenciatura en Derecho por la Universidad del Valle de México, campus Puebla, ella continuó con maestrías en Litigación de Juicios Orales, hizo diplomados sobre la violencia de género y ahora mismo es maestrante en Derechos Humanos.
Pero sobre todo, Rosa Isela es, como cientos de miles de mujeres poblanas y mexicanas, una profesional que ha buscado abrirse paso en un mundo que, predominantemente, es de hombres.
A ella le ha tocado la tan lamentable experiencia de que le acusen, por supuesto falsamente y con rabiosa misoginia, que sus logros son producto de sus relaciones personales, familiares o de amistades.
Si alguien ha sufrido, y hoy mismo está sufriendo, violencia política en razón de género es la abogada Sánchez Soya, y lo es precisamente ahora, porque tiene una aspiración profesional y social legítima.
Cuentan quienes la conocen que de cualquier modo las diatribas machistas no solamente no la amilanan, sino que además son acicates para seguir adelante en lo académico, en lo personal y en lo profesional.
Este martes, Adán Morales, dueño del portal Moviendo Ideas, cometió violencia política de género al intentar invisibilizar a la abogada. Configuró en un tuit todo el catálogo de denuestos posibles, directos y entre líneas, como para ser denunciado por ello.
A través de su personaje picaresco, Tonny Soprano, dijo directamente y entre líneas que la aspiración de Rosa Isela para encabezar la Comisión de Derechos Humanos de Puebla (CDH) tiene como base y sustento su relación matrimonial, familiar y de amistades.
Adán, a quien últimamente he saludado un par de ocasiones con mucha cordialidad, comete errores análogos a los que, en su momento, incurrió el director del diario Cambio, Arturo Rueda, hoy preso en el penal de Cholula, nuevamente por un añejo y largo proceso por extorsión, y por los que fue condenado por violencia de género.
Se puede cuestionar el desempeño profesional de funcionarias y funcionarios, sin importar género.
Se puede y se debe hablar tanto de sus yerros como de sus éxitos, también sin importar género.
Se debe denunciar el nepotismo, cuando lo hay, sin importar si se trata de hombres o de mujeres.
Pero pretender, desde la ignorancia, desde la víscera o desde el encargo, acusar a una mujer de utilizar una relación marital –que, por cierto, en el caso de Rosa Isela ya está rota-, para alcanzar un cargo, es una perfecta cobardía machista.
Suponer que una recomendación está por encima de décadas de trabajo, de décadas de estudio, de toda una vida de preparación y anhelos, es rabiosa misoginia. Así de claro.
Rosa Isela Sánchez Soya es aspirante a encabezar la Comisión de Derechos Humanos de Puebla.
Su aspiración está en manos de los diputados locales, quienes elegirán a la próxima ombudsperson de Puebla.
Sin importar si se concreta o no la meta de Rosa Isela, una cosa sí es segura: tiene todo el derecho y todos los méritos para aspirar al cargo.
Lo demás es misoginia, una muy rabiosa misoginia.