• 28 de Abril del 2024

El oscuro origen de las encuestas

 

 

Aldo Fulcanelli

De la mano del culto a la popularidad tan propio de nuestro siglo, las encuestas han llegado para adherirse a los usos y costumbres de la clase política de México. Pero el affaire de los políticos con las encuestas no es nada nuevo, encontramos su nacimiento y propagación a partir de 1988, cuando el entonces jefe de la oficina de la Presidencia, José Córdoba Montoya; encargó al sociólogo Ulises Beltrán, que se hiciera cargo de la unidad de investigación de la opinión pública del Gobierno salinista.

Dicha área gubernamental, se encargó con métodos novedosos para su tiempo, de medir el nivel de aprobación ciudadana de Carlos Salinas de Gortari. Para tales efectos, Beltrán, se allegó de un grupo de actuarios y expertos en estadística, sin dejar de mencionar la asesoría permanente de Warren Mitofsky; encuestador estrella de la cadena televisiva CBS.

Obsesionado con la imagen pública, Salinas echó mano de las encuestas que midieron su popularidad hasta el fin de su cruento sexenio; convirtiéndose en el gran introductor de las encuestas en la vida pública de México.

Desde el PRI, otra aventajada actuaria, María de las Heras, hizo lo propio al coordinar el sistema de opinión pública de dicho instituto político. De los años 1989 a 1994, de las Heras efectuó sólidos estudios de medición de los actores políticos del PRI, lo hizo de la mano del entonces dirigente y malogrado candidato; Luis Donaldo Colosio Murrieta, de quien fue cercana.

Con los años, tanto Ulises Beltrán como la propia María de las Heras, se convirtieron en exitosos empresarios, el primero abrió BGC, Ulises Beltrán y Asociados, S. C, y la segunda, fundó Demotecnia, la ya legendaria agencia desde la cual pronosticó con holgura la victoria de dos candidatos: Vicente Fox en el año 2000, y Enrique Peña Nieto en 2012. Antes de esos años, como ya se dijo, las encuestas solo eran utilizadas en los cuartos de guerra gubernamentales, como un valioso indicador que permitía al jefe político apuntalar su imagen.

Posteriormente, otro interesante personaje, Roy Campos, se incorporó a la muy lucrativa actividad de generar encuestas políticas. Al igual que los anteriores, Campos es un experto en temas estadísticos, con experiencia en instituciones de gobierno. Campos fundó la empresa Consulta Mitofsky, ampliamente conocida hoy día, y que lleva ese nombre en honor al gurú mediático Warren Mitofsky, del que todos los anteriores aprendieron el secreto de aproximarse a los intestinos de la “bestia”; la caprichosa y volátil opinión humana.

Los exitosos “padres” de las encuestas políticas en México, provenientes de los sótanos del poder priista, conocedores del estado anímico del presidencialismo, pasaron de tomar nota de la imagen pública del Tlatoani, a construir las encuestas ya no únicamente como un elemento de medición, sino, además; un truco publicitario de tremendos alcances propagandísticos.

Haciendo caso a las recomendaciones de Mitofsky, quien curiosamente medía la audiencia de los programas televisivos en Estados Unidos, los expertos pasaron de simples medidores, a generadores de opinión, ya al amparo de una ciudadanía de muy pobre cultura política; valga decirlo.

Interpretar al político como un producto a la venta, y no como una herramienta del cambio social, es el mejor presupuesto de las agencias encuestadoras que ahora, se han convertido en una verdadera plaga, un réferi vendido a las órdenes del mejor postor; el que paga manda.

El éxito o fracaso de las encuestas políticas, depende hoy de las noticias sobre escándalos de corrupción, o de la vida y costumbres licenciosas de los candidatos en turno.

Las propias encuestas han invadido las redes sociales, y prácticamente todas las grandes empresas las utilizan, pero su metodología se ha reducido en pos de la búsqueda de la satisfacción inmediata; un grave problema de las sociedades liquidas como la nuestra.

Cultivar los números a partir de preguntas condicionadas, también es parte del truco, no es raro que el origen de las encuestas como ya se dijo, haya sido el alcance de los públicos televisivos, en momentos donde los medios se convirtieron en sustitutos de las grandes instituciones de la sociedad; como la universidad o la familia.

Pero la frialdad de un número jamás podrá traducir el grado de insatisfacción social, por ejemplo, o la necesidad de una nación por allegarse ya no de futbolistas convertidos en gobernadores, ni bufones al senado; sino de auténticos lideres sociales, que no sean alérgicos a la autocrítica.

Hoy el caldo de cultivo de las encuestas son los medios electrónicos, ahí donde navegan la cultura del chisme o el rumor, propios de una idiosincrasia plena de atavismos como la nuestra. El efectismo de las encuestas como herramientas propagandísticas, llega revestido del furor de las tendencias que sustituyeron al razonamiento.

Esto quiere decir, que ya no importa el ¿cómo? ni el ¿por qué?, la realidad social ha sido infectada por el motor de los impulsos, pero una sociedad impulsiva camina con denuedo hacia su propio aniquilamiento.

Las encuestas miden el grado de contracción de las “tripa públicas”, incursionan al interior de la bilis para encontrar el grado de putrefacción convertida en “opinión”, una opinión aderezada por el escarnio y el garrote vil en que se ha convertido la vida política de México.

Esto último, me recuerda varias escenas de la película “Network”, una fábula distópica de 1976. En dicha cinta, la televisión se convierte en la educadora “moral” de la sociedad estadounidense, y un presentador televisivo en su guía espiritual. Como es de esperar el final se torna trágico, ante una realidad apabullante donde la velocidad ha suplantado a la reflexión.

Las encuestas políticas en México, son la radiografía del resentimiento, el resentimiento de ciudadanos que ante la ausencia de mecanismos reales que les permitan incidir en la vida pública del país, se desquitan calificando negativamente a los candidatos; lo cual, no modifica el escenario imperante.

Llama la atención que, habiendo sido un experimento salinista, un ejercicio de soberbia y obsesión del PRI en sus años de metástasis, hoy MORENA, con todo y su aplanadora electoral, confíen en las encuestas como un mecanismo de selección; cuando está visto que ganará él o la candidata que ya lidera las encuestas que conocemos, y que se publican en los diarios de mayor circulación.

Como todas las tendencias, las encuestas se extinguirán en algún momento, pero la inequidad continuará, y con ello aumentará la desconfianza de la sociedad en sus gobernantes.