• 27 de Abril del 2024

La OTAN y la guerra de Ucrania

Flag / ELG21/Pixabay

 

Acongojan el alma las imágenes de personas fallecidas, mutiladas, heridas y del éxodo masivo de la población civil

 

 

Alberto Ibarrola Oyón

En los años 90 del S.XX, fueron los cascos azules de la ONU los que intervinieron en la Guerra de los Balcanes, contando también con la participación española en aquella misión de paz. En la Guerra de Ucrania, en cambio, todavía no se ha valorado esa posibilidad, aunque próximamente podrían surgir condiciones favorables para una pronta pacificación.

Acongojan el alma las imágenes de personas fallecidas, mutiladas, heridas y del éxodo masivo de una población civil que Europa Occidental deberá acoger para ofrecerle su faz más hospitalaria. La disyuntiva actual aparentemente no excluye una III Guerra Mundial porque si la OTAN no respondiese ante una agresión a uno de sus miembros, infringiendo uno de sus estatutos más importantes, perdería el respeto de sus enemigos y el acuerdo de cooperación militar supuestamente quedaría en papel mojado.

En ese caso, China tal vez invadiese Taiwán, por la misma razón de que EEUU podría inhibirse si una defensa de la isla por su parte provocase una guerra mundial de incierto final, en que los grandes potenciales de armamento nuclear de los países implicados en el conflicto causarían un efecto devastador imposible de valorar en su justa medida, es decir, que el mundo y la humanidad no volverían a ser lo que fueron.

Sin embargo, parece más razonable pensar que el jefe del Estado ruso no ha alcanzado ese grado de psicopatía y que sus reflexiones y empatía por el género humano y por sus propios compatriotas le llevarán a procurar la paz cuanto antes, aunque consume la invasión de Ucrania

Mientras tanto, algunos partidos pretenden apropiarse de un antibelicismo trasnochado, como si hubiese alguien que estuviese a favor de la guerra. Siguiendo la estela del NO a la OTAN, que en la década de los 80 del siglo XX supuso el acta fundacional de IU, parece que pretenden que el mundo abandone a Ucrania a su suerte o que se rinda o que nadie plante cara a la Rusia del dictador Putin.

A estos politólogos y políticos habría que preguntarles cuál sería su posición si fuese España la que sufriese una agresión militar, por ejemplo, de los países del Magreb. ¿También plantearían el quedarse de brazos cruzados, no luchar y rendirse al enemigo?

Por otro lado, de su posición se deduce que aprueban el Pacto de No Intervención que firmaron Francia y el Reino Unido cuando aquí se producía la Guerra Civil de 1936/39. Ciertamente, la coherencia en política es difícil de conseguir y en esta ocasión han tenido que sacrificar la lógica, máxime que no es una postura digna ni valiente proponer que se permita sin intervenir la invasión de Ucrania, aunque podamos estar de acuerdo en que hay que evitar la III Guerra Mundial.

Y, sin embargo, por la misma lógica Francia y el Reino Unido no deberían haber declarado la guerra a la Alemania nazi después de la invasión de Polonia en 1939, ni EEUU debería haberse sumado a los Aliados aunque sufriese el bombardeo de Pearl Harbor. Pero, entonces, ¿dónde quedaría aquel lema de Dolores Ibarruri que luego asumió El Che Guevara? Me refiero al “es mejor morir de pie que vivir de rodillas”.

Claro, que no es lo mismo ser comunista por haber nacido y vivido en el seno de una ruda familia minera de Gallarta (Vizcaya) y haber conseguido una formación autodidacta después de la dura jornada de trabajo y restándole horas al sueño, que por haber estado toda la juventud estudiando Ciencias Políticas o carreras parecidas, y muy especialmente la literatura marxista, a costa de las becas públicas.

En cualquier caso, no se trata de proponer la guerra, ni mucho menos. No se trata de sí o no. Los hechos no ocurren en blanco y negro, sino que ofrecen una amplia gama de colores. Aun en el hipotético caso de que ese fatídico e indeseado ataque a un miembro de la OTAN se produjese, podríamos seguir negándonos a declarar una guerra total a Rusia; empero, asimismo, nuestro deber sería no abandonar al país agredido a su suerte y proporcionarle abundantes recursos defensivos y económicos, víveres y otros medios de subsistencia, así como proteger y acoger a su población civil, lo mismo que en Ucrania. Al mismo tiempo que decimos NO a la Guerra, debemos decir un NO rotundo a lavarnos las manos o a mirar para otro lado mientras Rusia agrede a pueblos y países hermanos.  

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Alberto Ibarrola Oyón

Nacido en Bilbao (1972), reside habitualmente en Navarra. Licenciado en Filología española. Escritor. Ha publicado diez libros y más de ciento cincuenta artículos de opinión en diferentes medios de comunicación.