• 14 de Febrero del 2025

Cooperación & colaboración: ¿lo mismo, pero diferente?

Cuando cooperamos, se entiende que cada quien tiene un rol y algunas tareas asignadas cuya realización contribuye al logro de un objetivo común, resultando prescindible integrarse o compartir información más allá de lo necesario; en cambio, cuando colaboramos no solo trabajamos con otras personas de manera conjunta, sino que también compartimos con ellas responsabilidades, recursos e información, por lo que cada quien impulsa al grupo a lograr su objetivo.

En las relaciones interorganizacionales, Schöttle (2015) explica que en la cooperación quienes participan en un proyecto no suelen compartir la misma visión, por lo que la organización no va la par del proyecto, basándose su cultura en controlar, coordinar y resolver los problemas de forma independiente, a fin de maximizar el valor de la propia organización; en la colaboración en cambio, los participantes comparten la misma visión, lo que les permite crear y desarrollar, de manera conjunta, una organización y una estructura propias del proyecto, con una cultura basada en la confianza y la transparencia, a fin de maximizar el valor para el cliente.

De acuerdo con lo anterior, si consideramos el grado de integración y compromiso, cooperar y colaborar son capacidades distintas: la primera se refiere a acciones individuales que contribuyen a un propósito compartido, sin necesidad de una integración profunda; mientras que la segunda implica un trabajo conjunto encaminado a un objetivo común, pero con roles interdependientes.

Para Schöttle (2015) resulta obvio que la relación entre quienes participan es más intensa en la colaboración que en la cooperación: en primer lugar, porque, al momento de afrontar el proyecto, las organizaciones participantes se convierten en una nueva estructura, haciendo de esta relación un “proceso de creación compartida” misma que, en contraste con la que se establece en la cooperación, no solo es informal, sino también formal; y en segundo lugar, dado que el nivel de integración es más alto, la confianza y la transparencia son piezas clave en la colaboración, por lo que la relación propicia no existe tal cual desde el comienzo de un proyecto, sino que es necesario implementar un proceso para propiciar su desarrollo.

En algunos ámbitos tales conceptos se usan indistintamente, pero en otros, aunque ambos impliquen trabajar juntos para lograr un objetivo común, se presentan algunas diferencias que pueden repercutir, de manera significativa, en su aplicación y los resultados que se generan, por lo que se arguye que entender estas diferencias resulta crítico para optimizar el rendimiento de equipos abocados a un proyecto.

Schöttle (2015), por su parte, comenta que, particularmente en el ámbito empresarial (y agregaría también, el institucional), usar sinonímicamente estos términos puede ocasionar malentendidos entre quienes participan en un proyecto porque las partes involucradas entienden de manera distinta lo que significa “trabajar juntos”. Tales malentendidos pueden agravarse, entre otras razones, si la participación de cada parte con la realización del proyecto no es transparente de principio a fin, por ejemplo: cuando una de ellas lleva una agenda oculta de por medio o cuando, no viendo una como igual a la otra, por el afán de aprovechar al máximo los beneficios esperados, usa la relación a su conveniencia (recordemos que tanto la cooperación y como la colaboración, son la antítesis del egoísmo), todo lo cual, pone de manifiesto la conveniencia de definir con claridad qué se quiere decir con la expresión referida, particularmente, si se toma en cuenta que se recurre a la cooperación o colaboración cuando una de las partes no puede lograr un objetivo por sí sola, por lo que necesita de la otra para conseguirlo.

Tanto en la cooperación como en la colaboración, se requiere la participación activa de quienes integran el grupo que participa en cierto proyecto, pero las diferencias se presentan en cómo tales integrantes ejecutan las tareas y se organizan entre sí. Comparemos a continuación ambos enfoques de acuerdo a cinco criterios específicos:

Interdependencia vs. Independencia. – En la cooperación existe mayor independencia, por lo que los cooperadores pueden completar sus tareas de manera autónoma, reuniéndose solo cuando hace falta hacerlo a fin de coordinar resultados; en la colaboración en cambio, la interdependencia es alta, por lo que los colaboradores interactúan de manera constante, para verificar que sus esfuerzos complementan, efectivamente, el trabajo de los demás.

Comunicación y Coordinación. – En un entorno cooperativo, la comunicación suele ser esporádica y unidireccional, por lo que su propósito es coordinar los esfuerzos individuales sin necesidad de intercambiar información de manera continua; por otra parte, en un entorno colaborativo, la comunicación es continua y bidireccional, por lo que los colaboradores utilizan diferentes estrategias para comunicarse con regularidad.

Flexibilidad y Adaptabilidad. – La cooperación suele ser más estructurada y, por lo mismo, menos flexible, básicamente, porque los roles y las tareas están definidas desde el inicio del proyecto; en contraste, la colaboración brinda mayor flexibilidad y adaptabilidad, por lo que los colaboradores pueden ajustar sus estrategias y actividades según se requiera.

Innovación y Creatividad. – Aunque la cooperación sea eficiente para ejecutar tareas específicas no es tierra fértil para estimular la creatividad porque las tareas están ya definidas, por lo que su realización no requiere la integración del pensamiento divergente de los cooperadores; en comparación, los entornos colaborativos incentivan la innovación y la creatividad, en virtud de que los colaboradores pueden combinar sus ideas para generar soluciones novedosas.

Responsabilidad Compartida. – Básicamente, se refiere a lo siguiente: en la cooperación cada individuo tiene responsabilidades específicas, mientras que en la colaboración las responsabilidades son compartidas.

Hasta aquí hemos considerado la cooperación y la colaboración como enfoques o capacidades (de hecho, podría concebírseles también como competencias), y como tales no parece haber dudas en cuanto a lo práctico que resulta su diferenciación, no así en el ámbito educativo cuando se alude al método para lograr que los estudiantes aprendan a trabajar con otras personas, donde la disyuntiva se expresaría, de manera sucinta, en la interrogante: ¿hay métodos cooperativos y métodos colaborativos?

Para Álvarez, Recio y Vasco (2017) cooperar y colaborar pueden usarse como sinónimos, y aunque puedan diferir semánticamente, tal cosa no constituye un sustento suficiente para expresar esas diferencias en la estructura de una metodología cooperativa o colaborativa, por lo que en el ámbito educativo pueden tener diversas denominaciones, por ejemplo: aprendizaje cooperativo, aprendizaje colaborativo, aprendizaje entre iguales, etcétera. Autores como Millis y Cottell (1998), Scagnoli (2005), Barkley, Cross y Major (2007), entre otros (citados por Álvarez, Recio y Vasco, 2017) comentan empero, que es en las formas de cooperar y colaborar, justamente, donde se aprecia la divergencia, es decir, en su aplicación y los resultados que se obtienen, lo que, sin embargo, no afecta la estructura interna del método, justificando así que no existan dos metodologías, una cooperativa y otra colaborativa, sino una, que se denomina, sin distinciones, como cooperativa o colaborativa, contraponiéndose a otras formas de interacción humana, como el individualismo y la competición.

Como cabría esperar, en el ámbito educativo, también hay posturas que sostienen que la cooperación y la colaboración son métodos distintos, aunque –eso sí– vinculados entre sí. Tales posturas apelan, por ejemplo, a criterios que involucran la mayor generalidad de alguno de los dos métodos o a una orientación acorde con el aspecto que designen como centro de su atención; en cualquier caso, la crítica que prevalece hacia ellas es su focalización en alguna característica que, externamente, confluye en actos de cooperación o de colaboración, lo que al dejar exento de explicación su aspecto interno, devela, de manera inevitable, incongruencias en la comparación de dos posibles vías metodológicas.

Es por lo comentado en el párrafo precedente que Álvarez, Recio y Vasco (2017) implican, desde la pedagogía y la didáctica, que esta “disquisición clasificatoria” sobre los conceptos en revisión resulta innecesaria, y salvo lo práctico que resulta su diferenciación en diferentes ámbitos, por ejemplo: cuando se trata de proyectos que requieren la intervención intra o inter organizacional o, simplemente en el ámbito laboral, cuando se busca optimizar la mejor estrategia para maximizar la productividad, salvo éstas y otros ámbitos que requieran de ese análisis clasificatorio, concuerdo con dicha postura, particularmente, si se atiende a la importancia que hoy, más que nunca, tiene trabajar juntos, ya sea en cooperación o colaboración, pero juntos. Sobre esta importancia (y necesidad actual) de unirnos unos con otros para hacer cosas en beneficio mutuo, siguiendo las ideas de los autores referidos, me ocuparé en la última parte de este artículo.

Muchos de los que pertenecemos a la Generación X, probablemente, imaginamos cuando éramos infantes que, con la llegada del primer cuarto del siglo XXI, el mundo sería muy diferente a las circunstancias poco alentadoras que hoy en día, se vislumbran para la mayoría de quienes conformamos la especie humana. ¿Cómo es el mundo hoy? Álvarez, Recio y Vasco (2017) lo describen así: en lo económico, crisis energética, alimentaria, crediticia e hipotecaria, que propician inflación y recesión en muchos países; en lo político, relaciones internacionales atrapadas en un vaivén entre la unipolaridad y la multipolaridad, caracterizado por conflictos bélicos, terrorismo e ingobernabilidad; en lo científico (y tecnológico), con el auspicio de una política no neutral en términos ideológicos, búsqueda de soluciones innovadoras que propicien, justamente, el cambio de estas circunstancias; en lo ecológico, cambio climático, contaminación y pérdida de biodiversidad, que ha deteriorado lenta, pero inexorablemente, nuestra calidad de vida; y en lo social, estructuras y funciones reconfigurándose continuamente por el big data (sociedad de la información y el conocimiento), además de las TIC y la IA, cuya consecuencia ha sido un consumismo y un individualismo in crescendo.

Considerando lo anterior, debería ser evidente porqué es importante promover, desde temprana edad, en las escuelas, en las empresas, en cualquier ámbito, la cooperación/colaboración como insignia de las actividades que realizamos cotidianamente, en particular, porque mucho de lo que hacemos, lo hacemos con otros (somos, nos guste o no, seres gregarios).

Sea un mecanismo evolutivo para perpetuar nuestra especie o una capacidad que nos sea inherente, lo cierto es que la cooperación/colaboración debería ser una prioridad a desarrollar como parte de la formación de todo ser humano: “No se nace siendo un cooperador(/colaborador) ni un egoísta. Estas capacidades se educan a lo largo de toda la vida” (Álvarez, Recio y Vasco, 2017, p. 2).

Lo anterior no lo digo yo o algunos autores, lo confirman también algunas organizaciones internacionales, por ejemplo: la UNESCO, en su tercer pilar de la educación para el siglo XXI, "aprender a vivir juntos", recalca la necesidad de aprender a cooperar/colaborar entre todos y en todas las actividades humanas; por su parte, el Proyecto DeSeCo (Definición y Selección de Competencias), de la OCDE, en su categoría “interactuar en grupos heterogéneos”, destaca que los seres humanos dependen de sus nexos con otros para su sobrevivencia material, psicológica y social.

Con estas ideas “invito” al lector a reflexionar sobre la necesidad de aprender a trabajar juntos, así como aprovechar nuestras trincheras para propiciar que eso ocurra en los escenarios en los que cada uno viva, invitación que va entrecomillada porque, quizá, provistos de este enfoque, capacidad, competencia o método, tendremos la oportunidad de revertir el proceso autodestructivo en el que, aparénteme, estamos inmersos.

Referencias

Schöttle, A. (2015, 8 de octubre). Understanding The Difference Between Cooperation And Collaboration. Lean Construction Blog. https://leanconstructionblog.com/Understanding-the-difference-between-cooperation-and-collaboration.html

Álvarez Cruz, P., Recio Molina, P. P., & Vasco Capote, J. R.  (2017). Métodos cooperativos o colaborativos: su pertinencia Pedagógica y Didáctica. Varona, (64), 1-13. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=360657467004