• 31 de Julio del 2025
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Austeridad, el llamado y oídos sordos de aristogatos

¿Qué gatos son los que visten Loro Piana?

¿Qué gatos son los que solo juegan golf?

¿Qué gatos son los que toman Aperol?

Naturellement, Los Aristogatos.

Diría Belinda en su afamada canción.

Desde Palacio Nacional el mensaje es claro: “austeridad republicana”.

La presidenta Claudia Sheinbaum lo ha reiterado constantemente, el poder se ejerce con humildad.

Pero en los hechos —en los vuelos, en las fiestas, en los relojes— ese llamado parece no llegar a su destino.

Tal vez no lo oyen por los audífonos de diseñador.

Los escándalos por los lujos de la 4T ya no son excepciones, son una rutina.

Esta misma semana, Mario Delgado, recién nombrado secretario de Educación, fue captado vacacionando en lugares de lujo de Portugal.

No en Acapulco o Huatulco, no.

Y con todo el paquete deluxe.

¿La educación primero? Sí, pero después de las postales.

También Ricardo Monreal fue exhibido en el extranjero.

Estuvo en el lujoso hotel Rosewood Villa Magna, en Madrid, España.

Y Andy, el hijo del expresidente López Obrador, otra vez en el ojo del huracán.

El junior de la 4T fue captado en lugares de lujo en Tokio.

Y en ese contexto llegó el caso Grace.

La diputada poblana Graciela “Grace” Palomares, apenas este año se unió a Morena.

Y ahora se casó el 26 de julio en el hotel boutique Grand María, en Morelia.

Lujo, exclusividad, champaña Moët, maquillaje profesional valuado en decenas de miles de pesos y vestidos de alta costura.

¿Austeridad? Solo en el discurso.

Todo esto ocurre mientras la presidenta Sheinbaum hace llamados serios a la coherencia, al comportamiento ético y a no traicionar el origen del movimiento.

Pero sus propios cuadros parecen no haber recibido el memorándum.

O lo tiraron en la bolsa Louis Vuitton.

La boda de Grace Palomares no fue un desliz.

Fue una postal de lo que es hoy la clase política de la 4T: una élite que habla como pueblo, pero vive como casta.

El problema no es celebrar una boda, vacacionar o vestirse bien.

El problema es hacerlo mientras se pide al resto “no aspirar”, mientras se condena a quienes sí pueden pagarlo con su propio trabajo.