Durante las prácticas, los docentes en formación, han observado no solo a los alumnos, sino también a los docentes, especialmente en su dimensión emocional: Una practicante presenció cómo una maestra, víctima de violencia familiar, descargaba su frustración en los niños con regaños constantes; otro caso mostró un ambiente tenso en sexto grado, donde los problemas familiares de algunos alumnos afectaba su bienestar del mismo y la del docente, dificultando la atención del grupo y en otra experiencia, una maestra alternaba entre gritos y amabilidad, explicando sus cambios de ánimo al día siguiente, aunque reincide ante estímulos negativos.
Estas vivencias reflejan cómo las emociones del profesorado impactan directamente en el clima escolar, subrayando la necesidad de una formación que contemple el desarrollo emocional como eje central del quehacer educativo. Durante mucho tiempo el maestro fue considerado un transmisor de conocimientos y un educador conductual, dejando a un lado sus emociones. Sin embargo, el interés por el ámbito emocional empezó a cobrar gran significado en los años 1990 cuando algunos autores como Peter Salovey y John D. Mayer introdujeron el concepto de “inteligencia emocional” y la importancia de trabajar esta dimensión, debido a que enseñar es una práctica afectiva, implicando vínculos, tensiones, frustraciones y constantes exigencias del sistema educativo.Cuando los estudiantes y los docentes desarrollan habilidades socioemocionales como “empatía”, “autorregulación” y “comunicación”, el aula se convierte en un espacio de respeto y confianza, es decir, disminuyen los conflictos interpersonales logrando que el aula se perciba como un lugar seguro para expresarte y aprender.
Finalmente, la salud emocional, vista desde la perspectiva educativa, se presenta como un elemento fundamental en la enseñanza moderna. En un ambiente escolar cada vez más complicado y diverso, el bienestar emocional debe ser considerado esencial, y no como algo secundario, debido a que es la clave para el desarrollo completo de los alumnos y la calidad de la interacción entre maestros y estudiantes. De acuerdo con Goleman (1995) las emociones son reacciones automáticas, es decir, la felicidad, el entusiasmo o la inquietud impactan en la efectividad de los métodos de enseñanza, por consiguiente en la motivación de los estudiantes. El docente es la pieza fundamental para mantener un balance entre la estabilidad emocional en el aula, y la habilidad de manejar sus emociones,debido a que afecta directamente el entorno escolar, de acuerdo con las observaciones el estrés personal se refleja negativamente en los estudiantes.
Aunque el reconocimiento del bienestar del docente en la NEM es un avance crucial, la implementación de estrategias y el apoyo para el autocuidado del profesorado siguen siendo el desafío pendiente para asegurar que esta visión se traduzca en una práctica educativa sólida y sostenible. Es fundamental invertir en el bienestar emocional de los maestros.
DEF: Ruth Arista Martínez
DEF: Ulises Flores Sánchez
DEF: Pilar Rojas Potrero
