Una presidenta de la Comisión de Derechos Humanos que no comparece; un político que no esperó a que se enfríen las ruinas que dejó y un sindicato que pasó factura a una mala dirigencia.
Tres escenas distintas de la política poblana, para despedir el año.
CDH y la silla vacía
La silla vacía en la CDH Puebla deja mucho que desear.
Y es que la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos (CDH) de Puebla no acudió al Congreso del Estado a comparecer.
El contexto lo vuelve aún más relevante.
En 2025, bajo la gestión de Rosa Isela Sánchez Soya, la CDH ha emitido 18 recomendaciones, cifra que coloca a este año como el tercero más bajo de la última década, solo por encima de 2016 y 2017.
No es una opinión: son números oficiales.
En ese escenario, la ausencia ante el Poder Legislativo no ayuda a disipar dudas.
La comparecencia no es un trámite decorativo, es un ejercicio mínimo de rendición de cuentas, sobre todo cuando los datos muestran una baja sostenida respecto de años recientesen los que se superaron las 30 y hasta 40 recomendaciones.
No comparecer —sea por cancelación, agenda o cálculo— deja una percepción de evasión.
Y en derechos humanos, la percepción también cuenta.
Camarillo “El destroyer”
Néstor Camarillo no esperó demasiado.
Apenas acomodado fuera del PRI, levantó la mano —sin pudor alguno— para dejar claro que quiere ser candidato de Movimiento Ciudadano a la presidencia municipal de Puebla en 2027.
La escena no sorprende a nadie ya que se esperaba, aunque nio tan pronto.
Camarillo fue dirigente de un PRI que dejó en ruinas.
Su gestión dejó un partido reducido, con militancia desfondada y sin rumbo electoral claro.
Hoy, ese historial viaja con él como equipaje político.
Claro, tiene todo el derecho de buscar candidatura donde le abran la puerta.
Lo que está por verse es si MC está dispuesto a cargar con el costo de un perfil asociado a la destrucción.
En política, la memoria no siempre es corta, aunque algunos apuesten a que sí.
Burócratas en un temblor interno
El triunfo electoral de Martha Rodríguez a la Secretaría General del Sindicato de Burócratas tiene muchas lecturas.
Es un mensaje en sí.
Su triunfo en la elección interna fue una señal clara de reprobación a la gestión de Jhovany Oliver Gallo, quien no solo perdió el control del gremio, sino que fracasó en su intento por imponer a su “gallo”, Emmanuel Rodríguez, como su sucesor.
Pero no le salió como muchas cosas más en su gestión.
La votación fue contundente y dejó al descubierto el desgaste de una dirigencia señalada, una y otra vez, por presuntos desvíos de recursos y opacidad en el manejo de las cuotas.
Hoy, Oliver Gallo está contra el reloj.
Las versiones de una posible “limpia” administrativa no son paranoia: son reflejo del miedo a que las nuevas autoridades encuentren lo que no se quiso transparentar.
Cuando una base sindical vota así, no es casualidad., es factura.
Y ya vendrán tiempos de hacer cuentas.
¿Le saldrán?
Tiempo al tiempo.
















