• 19 de Abril del 2024

Necesidad de un ejército europeo

Soldiers / Defence-Imagery/Pixabay

 

“Cuando se utiliza el término ´matrimonio` para el enlace entre hombres, ¿propondrán la palabra `patrimonio`?

 

 

Alberto Ibarrola Oyón

La invasión de Afganistán que siguió al atentado del 11-S ha durado veinte años y ha estado protagonizada, con el consiguiente gasto militar y humano, casi en exclusiva por los EEUU.

La Unión Europea, en cambio, ha demostrado una vez más que no consigue unificar su política exterior y que cada Estado miembro se comporta de forma insolidaria con el resto, mirando por unos intereses que no se corresponden con el espíritu de unidad europea deseable.

Da la impresión de que seguimos siendo aquel Mercado Común que se pretendía superar para crear una unión más sólida. Así no es de extrañar que Estados como el Reino Unido hayan decidido marcharse y actuar por su cuenta.

No obstante, la crisis afgana ha demostrado que la paz en el mundo necesita de un ejército europeo unitario, que dé pie a una superpotencia también en lo militar y en lo geoestratégico.

Sin esa unidad militar, la UE no conseguirá ser tenida en cuenta al mismo nivel que los EEUU, China o Rusia, tampoco en los asuntos económicos ni financieros ni de ninguna otra índole, como se ha demostrado con el suministro de vacunas, en que Europa ha sufrido un ninguneo inaudito por parte de las farmacéuticas, que antepusieron a países emergentes de otros continentes.

Mientras los dictadores de lo políticamente correcto abogan en las redes sociales por un mundo sin ejércitos (utopía que compartimos todos, pero que muchos consideramos irrealizable), se desatan multitud de conflictos bélicos que causan numerosísimas bajas humanas y grandes pérdidas económicas y materiales, impidiendo el desarrollo y la normalización de sociedades empobrecidas, lo que está provocando un caos migratorio cuya precariedad no guarda precedentes.

Las autoridades europeas se muestran impotentes para evitar la sangría en el Mediterráneo, pero a la vez no se deciden a impulsar el proyecto de unificación militar que permitiría intervenir en misiones de paz satisfactoriamente y alcanzar el fin de las guerras que asolan África y que condenan a la miseria a su población (lo mismo podría decirse de otras partes del mundo).

Por supuesto, ese hipotético Ejército Europeo tendría que colaborar en el marco de la OTAN, junto a los EEUU y los demás países miembros de la Alianza Atlántica, pero lo haría con un poder decisorio y una influencia mucho mayores, lo que proporcionaría mayor seguridad a todas las democracias del orbe.

Mientras no se forme ese ejército europeo, la intervención de cada país por separado no conseguirá ser efectiva, por muy loables que hayan sido los esfuerzos en cooperación de países como España, tanto en misiones anteriores como en la propia Afganistán. Todos podríamos recordar con cariño inclusive su papel en la misión de paz en la extinta Yugoeslavia, en la década de los 90 del siglo XX.

Sin embargo, la globalización, la pandemia y el nuevo orden internacional exigen un mayor esfuerzo y, principalmente, más eficiencia, que no se pueden alcanzar por separado porque las misiones de paz se han de realizar a un nivel global.

Para conseguir ese objetivo de pacificación y democratización mundiales, la OTAN y la ONU requieren la participación conjunta y coordinada de todos los Estados Europeos, en orden a ejercer labores de arbitraje internacional porque Europa es ahora un fuerte bastión de la democracia en el mundo, pero que se queda cojo por esa falta de unidad real y efectiva en momentos críticos de la Historia.

Por lo tanto, no sería justo criticar con excesiva dureza a los EEUU por haberse retirado así de Afganistán porque Europa tampoco ha estado a la altura exigible para una superpotencia con su población y su nivel económico, financiero y mercantil.

Europa ha dejado solo a EEUU y por ende a la población afgana, y esa es la causa de que los talibanes hayan conseguido recuperar el poder, algo que a las feministas debería preocupar mucho más que el género gramatical del castellano, que tanto juego a dado a la paronimia y a la homonimia, como cuando se utiliza el término ´matrimonio` para el enlace entre hombres. ¿Propondrán la palabra `patrimonio`? Por favor, ocupémonos de asuntos serios, como la situación de la mujer en Afganistán. 

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Alberto Ibarrola Oyón (Bilbao, 1972), es licenciado en Filología española. Escribe bajo el lema: la ética de la estética y la estética de la ética. Ha publicado diez libros: cinco de poesía, dos de narrativa breve, dos novelas cortas y una novela, además de unos ciento cincuenta artículos de opinión en diferentes periódicos.