• 23 de Abril del 2024

El euskera, una lengua ibérica

Euskera ayuda para aprender / Facebook/Donostia - San Sebastián

 

Conviene saber que, para cuando las tropas romanas llegaron a Vasconia, la península estaba ya prácticamente sometida

  

Alberto Ibarrola Oyón

Frente al carácter mítico que algunos pretenden otorgar al euskera o vascuence, podemos establecer una hipótesis sobre su origen mucho más verosímil que otras que circulan por el imaginario colectivo.

Los romanos, en su afán imperialista y conquistador, solían comportarse con máximo respeto con los pueblos que no ofrecían resistencia, como fue el caso de las tribus que habitaban Vasconia.

De este modo, respetaban sus costumbres, su religión y su lengua y permitían una convivencia pacífica siempre y cuando los nativos hubiesen aceptado su autoridad y les permitiesen dominar y controlar las relaciones comerciales, productivas y administrativas.

Conviene saber que, para cuando las tropas romanas llegaron a Vasconia, la Península estaba ya prácticamente sometida; las grandes resistencias, como la del caudillo lusitano Viriato, ya estaban vencidas y no cabía ya oponerse ante el poder del conquistador.

Por lo tanto, los vascones, como una más de las tribus ibéricas, comprendieron que resistirse al empuje de las legiones romanas era suicida y aceptaron desde un principio la autoridad romana, sin presentar batalla. Esta es, y no otra, la razón de que el euskera o vascuence perviviese tras la romanización, por lo que tendríamos que esta lengua aparecería como un rescoldo de las lenguas prerrománicas que los habitantes de la península ibérica hablaban y que, con total probabilidad, formaban parte integrante de un tronco lingüístico común.

Del mismo modo, habría que convenir en que si las demás lenguas ibéricas se perdieron, fue a causa de la feroz resistencia que los demás pueblos peninsulares protagonizaron contra los invasores romanos, es decir, que esa romanización cultural más intensa se debería, principalmente, a las represalias que los vencedores les infligieron, pero que no alcanzaron a los vascones porque se avinieron a colaborar con el Imperio Romano.

Si los demás pueblos ibéricos hubiesen aceptado a los invasores, sus lenguas también habrían pervivido en una medida mucho mayor, aunque existiese también el factor de superioridad cultural romana. Por otro lado, el Imperio mostraba menos interés en la economía vascona que en otras partes de la Península, porque la mezcla del hábitat de los Pirineos con el del Cantábrico se aleja enormemente del propio del Mediterráneo. 

El concepto político de Euskal Herria surge mucho después de la conformación de las tribus vasconas y mucho después de la desaparición del dominio romano sobre la Península. De hecho, se trata de una ideación bastante moderna: del siglo XIX. En realidad, el nacionalismo vasco solamente puede nutrirse de dos hechos relevantes: la existencia de la lengua vasca (ya hemos visto arriba que con total probabilidad supone una supervivencia de las lenguas ibéricas prerrománicas) y la pervivencia de un Estado soberano en torno al Reino de Navarra, en cuyos inicios se aprecia el componente vascón como predominante.

Sin embargo, en ningún caso puede plantear un razonamiento de grupo étnico. La existencia de los apellidos vascos data del siglo XII d.C. y denominan a las familias que en aquella época del Medievo hablaban en vascuence, que no tienen que coincidir necesariamente en todas las épocas, ni antes ni después, porque la población no es un concepto inmoble, sino que varía la naturaleza de los hablantes dependiendo de las frecuentes migraciones que también afectaron a Vasconia de modo importante.

En cualquier caso, ante la argumentación de que el Reino de Navarra fue independiente, tal vez la razón más importante del soberanismo vasco, deberíamos atenernos precisamente a la voluntad de la sociedad navarra expresada con persistente periodicidad desde 1977 hasta el momento actual. En cuanto al euskera, nadie prohíbe ya su uso. Si bien los gobiernos de UPN no mostraban un gran afán en su promoción, lo cierto es que quien ha querido estudiarlo, lo ha podido hacer.

Alberto Ibarrola Oyón, escritor y filólogo (Bilbao, 1972). Residente en Navarra. Autor de en torno a una decena de libros publicados: poesía, narrativa breve, novela, y de centenar y medio de artículos de opinión.