El pasado jueves 24 de julio, María de Jesús Mundo, de 79 años, falleció en la Central de Autobuses de Puebla (CAPU). Durante tres años esperó el regreso de su hija desaparecida. Esa noche, el cuerpo no aguantó más. El corazón tampoco.
Cinco días más tarde, una de sus hijas —cuya identidad no ha sido revelada— viajó desde Cuernavaca para reconocer a su madre. Fue al SEMEFO, la miró una última vez y comenzó los trámites para sepultarla.
El cuerpo permaneció en el forense durante cinco días, hasta que fue formalmente entregado el 29 de julio por la noche. La escena fue discreta, sin titulares, pero cargada de un simbolismo brutal: una hija que sí volvió… aunque tarde.
Ese mismo 29 de julio, en la oscuridad de la noche, los restos fueron entregados y llevados a su destino final. No hay justicia que explique el dolor, pero hubo quien se hizo cargo del amor.
María de Jesús murió esperando. Su historia no necesita adornos: solo ser contada con el respeto que merece.