Se denomina así porque se ha ingresado al segundo y último tramo del Adviento y surge en el corazón, de manera natural, una sensación de ‘cercanía’, de que el más grande acontecimiento está ‘pronto’ a suceder. Es esa experiencia del ‘falta poco’ por la que los corazones se animan y entusiasman. El tramo mayor del camino ya está recorrido y, en consecuencia, la liturgia expresa ese sentir: la primera palabra que se dice en el introito de la Misa será precisamente Gaudete, es decir, “¡Regocíjense!”.
En la celebración eucarística del día, el sacerdote ha de revestirse con una casulla de color rosa como signo de gozo, y la Iglesia invita a los fieles a profundizar en el deseo de conversión, porque el Señor ha de llegar y todo debe estar bien dispuesto. De manera coincidente, tanto en los templos como en los hogares se enciende la tercera vela de la corona de Adviento, la vela distinta, la única de color rosado.
El color rosa -asociado a la belleza y a la serena alegría- contrasta en la liturgia, en la que ha primado el violeta (morado) como signo de austeridad (actitud espiritual propia de estas semanas de preparación para la Navidad). El violeta volverá para el Cuarto Domingo de Adviento.















