El rescate del Museo Barroco por parte del gobierno de Alejandro Armenta, mediante la renegociación de una deuda injusta, representa mucho más que un ajuste financiero. Significa la recuperación de alrededor de 8 mil millones de pesos que hoy regresan al patrimonio de las y los poblanos.
Lo verdaderamente relevante es que el Barroco deja de ser un lastre financiero para transformarse en un símbolo de resiliencia administrativa y justicia social. Donde antes hubo opacidad y privilegios, hoy hay transparencia y una visión de largo plazo.
El museo ya no es una carga heredada, sino una oportunidad recuperada que redefine el uso del espacio público bajo un enfoque humanista.
La nueva etapa del recinto, al incorporar su vocación como centro de enseñanza de las artes, abre una dimensión transformadora. No solo será un lugar para exposiciones y eventos culturales, sino un semillero de talento, formación y creatividad.
El Museo Barroco, que durante años no fue verdaderamente de los poblanos, hoy les pertenece de nuevo. Ya no es propiedad privada disfrazada de patrimonio público ni rehén de una deuda interminable.
Es, finalmente, un espacio recuperado para la cultura, la educación y la memoria colectiva, prueba de que cuando se gobierna con visión y ética, incluso las herencias más pesadas pueden transformarse en esperanza.
















