La científica ha dejado muy claro que es ella quien ejerce el poder y quien toma las decisiones.
Es su mano femenina, firme y contundente, la que dirige la nación.
En las etapas de las descalificaciones agrias de la campaña política, los opositores, moralmente derrotados, acusaron por adelantado que ella sería una gobernante frágil.
Con mucho beneplácito, las y los mexicanos hoy vemos que Claudia Sheinbaum Pardo es la mujer más poderosa del mundo.
La gallardía y dignidad, además de los argumentos irrefutables, con que ha enfrentado la crisis con el gobierno de Estados Unidos, que encabeza el ultraderechista Donald John Trump; el liderazgo regional que de manera personal y como presidenta de México tiene en Latinoamérica; la contundencia del aval popular, que en promedio llega a 75 por ciento; el cumplimiento de sus compromisos de campaña, con las mujeres, la educación, salud y sobre todo en seguridad, la mantienen como la gobernante mexicana con más respaldo, posiblemente en medio siglo.
Han pasado 365 días de Sheinbaum como presidenta y apenas el fin de semana pasado terminó las giras en 30 entidades, en las que reunió a más de medio millón de personas, para sus informes estatales.
Sí, efectivamente es una presidenta de territorio y su cercanía con las y los ciudadanos la mantiene en un nivel tan alto y contundente de aprobación.
Es, sin duda, una presidenta todoterreno, que todos los días anula las grillas con resultados.