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Lágrimas claras
Se llamaba Erasto y le decían el Gato. Zozobraba por no recular y sorbía los restos de la leche tibia donde antes de eso, triste y azul, había sopeado sus conchas rellenas de crema pastelera relamiéndose los bigotes.
Quiero relatar lo que a mí me sucedió
Recientemente asistí a una convención en Playa del Carmen. Había comprado un precioso juego de bolso y maleta para llevar en cabina. Qué ilusa. Al momento de abordar, un empleado de la aerolínea de los cuadritos de colores anunció que debíamos entregarles toda maleta rígida con rueditas antes de ingresar al gusano. No es que estuviera prohibido llevarlas arriba, sino que para hacerlo me pedían soltar quinientos pesos. Mejor les solté la petaca rumiando el coraje.
Querida Hermana
Figúrate, hermana, que hace días le doy vueltas a la posibilidad de hablarte con toda franqueza, pero por una cosa o por otra se me ha dificultado mucho esto de encontrar el valor. Tú sabes que la fuerza de voluntad nunca ha sido lo mío, ya ves cómo le empiezo una manda a San Juditas y al cuarto de hora ya ando queriéndome salir por la tangente. Y no vayas a pensar que quiero agarrarme de eso para justificar lo que hice, pude haber tenido mis razones, más que bien justificadas, pero yo no soy el tipo de persona que avienta la piedra y esconde la mano.
Sálvese quien pueda
Un olor a cebolla podrida lo atacó al abrir la puerta. Era un hedor inaguantable y pesado que hizo anticipar a Arturo Pereyra la peor de las tragedias. En efecto, el cadáver contaba ya una semana de encierro, pero nunca habría podido imaginar lo sucedido en aquella escena del crimen ni, mucho menos, el incierto destino de su amado perrijo.
Alejandro Armenta, el tercer gobernador mejor evaluado del país, reporta Rubrum
Lunes, 30 Junio 2025 19:29