Su tóxica relación con los medios de comunicación se ha resquebrajado aun más por los constantes cuestionamientos que suele hacer públicamente a los reporteros que le formulan preguntas incómodas. Trump, se ha convertido en una amenaza viva para su país, al que mantiene diariamente al borde del colapso.
Rebelión a bordo.
La cuestionada política arancelaria, ininteligible en términos económicos, ha provocado un caos al interior del Partido Republicano, donde cada vez se escuchan más voces disruptivas que disienten abiertamente de su jefe político. Incapaz de recapitular, Donald Trump irrumpe en la escena política internacional como un factor carente de capacidad negociadora, enfilado en sus tres grandes ejes ideológicos: la frontera con México, el tráfico de drogas y su lucha eterna contra el llamado “pensamiento progresista”. La neurosis institucional de Trump le ha granjeado el respaldo de la ultraderecha regional, sin embargo, al interior de su país, el riesgo de una probable recesión es inminente.
China, el enemigo favorito.
En toda narrativa autoritaria, existe la presencia de un enemigo (imaginario o no) que sirve para apuntalar los intereses de un provocador profesional como Trump. La historia nos enseña que el nazismo convirtió a los judíos y al comunismo en los enemigos número uno. Ante el mandala de “Make America Great Again”, Trump se ha lanzado contra su enemigo global favorito: China, restando importancia a Rusia.
Ante la suspensión de la ayuda estadounidense a Ucrania, Vladimir Putin ha escalado el conflicto lanzando bombardeos. La ausencia de interés por parte de Trump en la región ha puesto en vilo a la Unión Europea, dividida entre el belicismo con “sabor a OTAN” y la necesidad de levantar las sanciones a Rusia.
Mientras tanto, y a través de Marco Rubio, su principal halcón, Trump vigila de cerca las maniobras de China en América Latina, para evitar que el gigante asiático fortalezca sus lazos económicos en este lado del orbe. Trump no perdonará ninguna vinculación extraordinaria de China en México, pero sus exigencias de lealtad eterna, vienen plagadas de amenazas e impuestos extraordinarios.
South of The Border.
Incapaz de tejer lazos de amistad por medio de la política, Trump ha hecho de la retórica violenta su herramienta favorita. Arropado por los oligarcas que financiaron su campaña, Trump mantiene a flote el cadáver insepulto de un sionismo extremo, que ante la tragedia que se vive en Gaza requiere un acuerdo de paz urgente. Pero en lugar de apostar por la paz mundial, Trump ha dicho que “tal vez Rusia y Ucrania necesitan pelear más tiempo”, provocando la indignación global.
Mientras que su país atraviesa una marcada crisis por consumo de enervantes, Trump sigue culpando a México, sin ofrecer políticas públicas que ayuden a enfrentar ese cáncer. Trump ha hecho de los inmigrantes su discurso más turbio, golpeando la relación bilateral México/EEUU: el papel de los mexicanos en el vecino país y la amenaza de gravar las remesas.
El dictador en ciernes.
Con manifestaciones, interrupciones institucionales, violencia, tiroteos, el gobierno de Donald Trump adquiere cada vez más la apariencia de una dictadura, en el país que solía ser el arbitro internacional.
Robert de Niro, Bruce Springsteen, Al Gore, han denunciado la deriva autoritaria de Trump. La cancelación de apoyos a universidades y el revés a la libertad de expresión han convertido a EEUU en un país no seguro y promotor del racismo global.
Las aventuras dictatoriales de Trump lo harán pasar a la historia como el personaje que se convirtió en lo que alguna vez criticó. Más cercano a Nicolás Maduro que a JFK, Trump ha perdido la solvencia moral que las urnas le otorgaron. Es ahora una fiera hambrienta de poder y odio.
Al estilo de Venezuela, Trump ha ordenado el despliegue de tropas en Los Ángeles, calificando el enojo público como “invasión migratoria”. Sus actos se asemejan a rallys nazis, llenos de banderas y símbolos radicales.
Trump y Musk, adiós al affaire.
Para abonar a la inestabilidad internacional, el magnate Elon Musk anunció su salida del gobierno. Encargado del Departamento de Eficiencia Gubernamental, Musk fue el defensor visible de Trump.
El dueño de X vio caer sus acciones por el apoyo a Trump. El enojo social afectó su imagen empresarial. Musk intentó agradar a los votantes sin dejar de ser ejecutivo, pero sus cálculos fallaron. Su disputa con Marco Rubio, el adelgazamiento de programas estratégicos y el desplome financiero lo llevaron a abandonar el gobierno.
La utopía oligarca.
El sueño de Musk/Trump de una América con producción extrema, proteccionismo ultranacionalista, y cero ineficiencia se desploma. El mundo enfrenta crisis climática, pobreza, pandemias, pero ni Trump ni Musk se enfocan en esa agenda global.
En redes sociales, surgieron acusaciones mutuas. Musk acusó a Trump de estar en la “lista de Epstein”, una trama de explotación sexual internacional.
La respuesta de Trump fue inmediata: cancelar contratos gubernamentales con Musk. Los dimes y diretes los han vuelto la comidilla internacional. Lo que fue una alianza, es ahora una enemistad que amenaza la estabilidad política.
Pero la utopía oligarca está lejos. El enojo ciudadano por la deriva autoritaria ya se percibe en las calles.
La realidad demuestra que el mundo no es Mar A Lago, ni la economía global cabe en la cartera de Elon Musk. Ambos representan un escenario internacional ambivalente, sacudido por la crisis o la disolución.