El presidente Donald John Trump hizo lo impensable: mediante la red social Equis (faltaba más, como si fuera Oficialía de Partes), la directora del Departamento de Seguridad Nacional, Kristi Noem, emitió una orden para prohibir que la Universidad de Harvard, una de las más importantes del mundo, reciba a estudiantes foráneos, y los que ya están, que son 6 mil 800, se cambien de institución o perderán su visa. Híjole, esto es gravísimo, pero no debe sorprendernos, porque es la típica actitud de un personaje ignorante, no más vean el argumento que resulta irrisorio: “Harvard facilita actividades alineadas con el Partido Comunista Chino, permite protestas antisionistas y forma parte de redes de agitación”. ¿What? Pues sí, el aislacionismo va viento en popa. La afrenta que abrió el gobierno de Trump contra la libertad académica terminó en esta prohibición, antes ya les había cortado a las instituciones miles de millones de dólares de financiamiento. No solamente eso, también la Casa Blanca le está exigiendo listas de alumnas y alumnos que han participado en protestas contra Israel, como si se tratara de una purga académica (y los derechistas y fachos se rasgan las vestiduras por China y sus supuestos ataques a la libertad de expresión, ja). Trump está cambiando el sistema que por más de un siglo ha perdurado en Estados Unidos a base de amenazas, amagos, tirando la economía, apoyando un genocidio y poniendo contra la pared a sus votantes y a los migrantes. Sus filias y fobias son las políticas públicas que dominan el gobierno. El criminal con poder estaría en posibilidades, sin que nadie lo detenga, a convertirse en un dictador. La moraleja es aquella de cuando un imberbe le dice estúpido a un Premio Nobel. Disfruten lo votado.
Es cuanto.