
Ricardo Martínez
En el México contemporáneo, los millennials (nacidos entre 1981 y 1996) son la columna vertebral de la fuerza laboral y el electorado. Según el Ipsos Generations Report 2025, esta cohorte “de transición”, que pasó de cartas manuscritas a mensajes instantáneos, demanda un enfoque “phygital” —físico y digital— que reconozca tanto su familiaridad con el papel como su ansia de pantallas seguras.
Mientras la política tradicional sigue obsesionada con encuestas, partidos y presupuestos, una fuerza más silenciosa ya está reorganizando el poder: el excedente cognitivo. Clay Shirky, en Here Comes Everybody, definió este concepto como ese tiempo libre no estructurado —no es trabajo ni descanso— que millones de personas hoy dedican a organizarse, opinar, crear y resistir sin necesidad de jerarquías formales.
Esta vez, un panorama típico del sur del país asaltó la cotidianeidad ajetreada de la Ciudad de México. Esta vez, sin embargo, el pulso tiene una particularidad. No se trataba solo de cerrar carreteras o colapsar oficinas públicas. La CNTE, en el marco de un paro nacional indefinido, anunció la toma de gasolineras y bloqueos coordinados a infraestructuras estratégicas.
La mira no estaba únicamente en la Secretaría de Educación Pública, sino en el corazón logístico del país, con un claro objetivo: boicotear la inédita elección judicial del 1 de junio.
Claudia Sheinbaum inició su mandato bajo una premisa compleja: continuar una transformación sin repetir los excesos del poder. La presidenta —más técnica que carismática— parece entender que el país no necesita nuevas proclamas, sino reformas que resistan el paso del tiempo. En ese camino, su estilo recuerda a Azorín, quien advertía que “contra lo que el tiempo ha ido estratificando, sólo con el tiempo se puede luchar”.
En esta coyuntura, dos decisiones recientes ilustran bien esa filosofía de fondo: la pausa a la reforma de telecomunicaciones y el arranque del Plan Nacional de Vivienda. En ambos casos, se evita el maximalismo. Se gobierna con bisturí.
La propuesta de una nueva Ley de Telecomunicaciones y Radiodifusión generó preocupación por su potencial de concentración y censura. La reacción de Sheinbaum fue pausarla. Convocó a especialistas, académicos y legisladores para revisar a fondo su contenido. En lugar de avanzar con soberbia, eligió replegarse estratégicamente.
Este gesto no es menor: en una democracia frágil, saber retroceder puede ser más valioso que imponerse. Azorín habría aplaudido el movimiento: “el político que quiere hacer algo útil a su país… debe llevar las reformas con discreción y sigilo”.
El mensaje es claro: la presidenta no busca sumar poder por vía legal, sino evitar alarmas innecesarias. Prefiere corregir antes que confrontar, una señal de inteligencia política en tiempos donde las redes amplifican cualquier sombra de autoritarismo.
En paralelo, el Plan Nacional de Vivienda proyecta construir un millón de casas y rehabilitar 450,000 más. Pero más allá del número, lo interesante es el cómo: se apuesta por recuperar viviendas abandonadas, activar esquemas de renta con opción a compra, y focalizar esfuerzos en zonas urbanas con servicios.
No se trata de imponer ciudades modelo desde el escritorio, sino de intervenir con respeto al tejido social. Frente al desorden inmobiliario que dejó el pasado, el enfoque de Sheinbaum es quirúrgico: transformar sin desplazar.
Azorín lo habría resumido con una metáfora más simple: “que sean veinte los galopines en vez de ser cincuenta”. Es decir, si no se puede lograr la justicia plena, al menos que se avance con menos daño, más criterio, y pasos medidos.
Estos dos casos revelan algo profundo: el nuevo gobierno no se siente obligado a impresionar, sino a funcionar. A diferencia del sexenio anterior, que vivió de épica, Sheinbaum parece apostar por lo técnico, lo gradual y lo efectivo.
¿Basta eso para transformar al país? No. Pero es un inicio que, al menos, no desprecia la complejidad. Como dijo Azorín: “las cosas se han ido formando lentamente”. Y sólo con inteligencia —no con gritos— se pueden transformar
Por Ricardo Martínez Martínez
@ricardommz07
Pepe Mújica fue un presidente atípico. Un hombre regordete de 89 años, con cierto aire a abuelo sabio, que gobernó Uruguay del 2010 al 2015.
Los medios lo llamaban el "presidente más pobre", aunque él prefería decir que pobres son aquellos que necesitan "tener mucho" para vivir. Mújica, con un pasado cargado de contrastes, pasó de ser terrorista en su juventud, a pacifista después de haber pasado cerca de 15 años en prisión, donde tuvo tiempo para destilar sus pensamientos.
Al llegar a la presidencia, sorprendió a los medios al donar el 90% de su sueldo, rechazar la residencia presidencial y mantener un discurso de austeridad que muchos consideraban "irritante". En contraste con el estilo de vida actual, Mújica defendió vivir de manera sobria, no austeramente, sino ligero de equipaje. ¿Por qué hablar de Mújica hoy en día? Principalmente, porque necesitamos un cambio de mentalidad sobre la concepción de vivir. Aquí, Mújica nos ofrece algunas pistas valiosas.
Sobre el despilfarro, decía lo siguiente:
"Tenemos una civilización contra la sencillez y la sobriedad, contra todos los ciclos naturales. Pero peor, una civilización contra la libertad que supone tener tiempo para vivir las relaciones humanas, cuando es lo único realmente trascendente: el amor, la amistad, las aventuras; la solidaridad y la familia".
Sobre el dinero y el uso del tiempo nos decía lo siguiente:
"Cuando tú compras, no compras con dinero, compras con el tiempo de tu vida que tuviste que gastar para ahorrar ese dinero, y si ese dinero te cayó del cielo, por fruto de una herencia, no tengas dudas de que alguien gastó tiempo de su vida para que ese dinero fuera ahorrado. Así que cuando tú estás comprando, no estás pagando con moneda, sino con tiempo de vida humana".
Sobre vivir una buena vida, a la manera estoica, Mújica sostenía que, "En este mundo, no tienes que vivir a costillas de los demás, no hay que ser parásito, todos debemos tener una cuota de trabajo. Pero la vida no se hizo solo para trabajar, la vida es corta, hay que vivirla, y para vivirla hay que tener tiempo, y ese tiempo debe ser libre. Si trabajas ocho horas y consigues otro trabajo, y otro trabajo, y otro trabajo, y no puedes ver a tu hijo ni a tu pareja, y al final terminas hecho un viejo reumático, se te fue la vida. Por eso digo 'alivia el equipaje', es sentido común, pero la gente se enloquece con el pagar a cuotas, les parece que así son más felices. Quien mucho tiene, siempre está esclavizado a otras cosas, cuando lo más importante es tener tiempo, ya que ese sí, no se puede recuperar".
Por último, cabe preguntarse por qué, pese a que Pepe Mújica fue osado en decisiones como la legalización de la marihuana y el aborto, no tensó demasiado la cuerda en otras áreas, como la reforma de la administración pública y los sindicatos. Aun así, fue considerado un presidente innovador.
Azorín, en su obra "El político", nos ofrece una clave para entender el actuar innovador de Mújica. Decía Azorín, "No quiera el político renovarlo y revolucionarlo todo. Lograda la posesión del poder, verá que una cosa son las fantasías de los teorizantes y otra la manipulación de la realidad. Las cosas se han formado lentamente; hábitos, costumbres, preocupaciones, muchas veces la justicia abstracta de los libros se halla en pugna con sentimientos y derechos que es preciso respetar. Lo que es norma plausible en los tratados, encuentra mil matices, sutilezas y complejidades en la práctica, que hacen imposible su aplicación".
El político que quiere ser útil no debe desear poner arriba lo que está abajo. Contra lo que el tiempo ha estratificado, solo con el tiempo se puede luchar. Debe ir poco a poco, limando asperezas, metiendo el escoplo en las deformidades, aserrando ramas podridas, sin dar a las reformas más vislumbres y sonoridades de las necesarias. Así, una reforma que llegue adentro del país debe ser llevada con discreción y sigilo.
Sin más, si no fueran sus actos y sus canas su principal respaldo, poco habría que creerle a Don José Mújica.
@ricardommz07
En 2012, India colapsó energéticamente. En 2024 fue México. En 2025, hace unos días, tocó el turno a España. La lección es brutalmente clara: si el sistema eléctrico sigue siendo centralizado, vulnerable y reactivo, el colapso no es una posibilidad remota, sino una certeza que solo espera fecha.
Mientras en marzo de 2013 Jorge Mario Bergoglio se convertía en el primer pontífice latinoamericano y primer jesuita al frente de la Iglesia católica, aquel gesto renovador despertó esperanzas de un “antiguo guardián con aire fresco” capaz de reconciliar fe y justicia social. Hoy, al valorar su legado tras su fallecimiento el 21 de abril de 2025, es imprescindible comprender tanto sus innovaciones eclesiales como su impronta político‑teológica, tal como la revela el libro Dios y el César. Itinerario político de la Iglesia de Juan Luis Hernández Avendaño, y el cual tomo como marco interpretativo, sobre una institución que, es eminentemente política en su duración y trascendencia.
¿Y si un país entero pudiera pensarse como un laboratorio vivo para probar ideas, ajustar políticas y aprender en tiempo real? En lugar de aplicar soluciones prefabricadas, podría abrirse a la posibilidad de experimentar con la vida misma como insumo, y con la colaboración como método.
El desarrollismo está de regreso, pero no como lo conocimos hace décadas. Ya no se trata solo de acero y cemento, sino de chips, redes 5G y una carrera por el dominio global. China y Estados Unidos lideran esta nueva etapa con estrategias y circunstancias opuestas: un gigante centralizado frente a una potencia en declive que busca intervenciones puntuales a veces, otras al parecer sin ningún sentido lógico.
Participa la SSC en el Smart City Expo LATAM Congress, destacando el uso de aeronaves no tripuladas
Jueves, 12 Junio 2025 14:19La presidenta Claudia Sheinbaum encabeza el arranque nacional del programa Sakud Casa por Casa
Jueves, 12 Junio 2025 13:26