La proyección que se tiene es que el equipo de Riestra se quede con el 90 por ciento de los 100 lugares en el Consejo Estatal panista.
En otros tiempos, cuando Rivera Pérez y su grupo eran identificados con una firme convicción y apego a los principios del blanquiazul, esa situación hubiera sido impensable.
Aquí el asunto es que, de acuerdo con mediciones internas, las alianzas perniciosas con los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y de la Revolución Democrática (PRD) tienen muy molestos a los verdaderos panistas poblanos, quienes en su mayoría ven como responsables a los “Riveristas”.
La esencia de Acción Nacional está extraviada actualmente en Puebla, y sus principios se han ido diluyendo, entremezclados, en una indeseable tonalidad con el tricolor y el partido del extinto Sol Azteca.
Algunas cifras de encuestas, a las que tuvo acceso este reportero, ilustran la circunstancia actual:
70 por ciento de los militantes panistas poblanos están arrepentidos de haberse asociado con el PRI.
Por supuesto, el número se habrá incrementado luego de que el prístino Néstor Camarillo Medina dejó la bancada y el partido tricolor, en una cuenta más de su largo rosario de traiciones, para sumarse a Movimiento Ciudadano (MC).
Hay que recordar que contra todos los pronósticos, sin méritos políticos suficientes, sin credenciales profesionales y utilizando las siglas del PAN, que hizo alianza con los priístas, es como Camarillo llegó al escaño en el Senado de la República.
La encuesta fue levantada antes de la traición de Camarillo a su partido.
Cuando ocurrió la salida del poblano de su bancada en la Cámara Alta, las redes se inundaron de pronunciamientos de los notables del PAN de Puebla, quienes condenaron que se hubiera dado, en principio en 2024, esa candidatura al priísta.
La segunda fórmula de esa postulación, de manera indecorosa, por su estatura histórica y trayectoria, fue para Ana Teresa Aranda Orozco, quien tristemente jugó el papel de patiño de Camarillo.
A quien se ve como principal responsable de esa afrenta a la historia y a los principios de Acción Nacional fue a Eduardo Rivera Pérez, cuyo grupo controlaba la burocracia partidista estatal, quien concretó esa jugarreta, con tal de que el PRI lo apoyara en su pueril e infructuosa aspiración a la gubernatura.
En este contexto, salta a la vista otra de las cifras de las mediciones internas actuales del panismo:
73 por ciento de los militantes está a favor de que su instituto político vaya solo en las próximas elecciones.
La lectura de estos dos rubros es contundente y se traduce en un rechazo total a la política de alianzas que impulsa el grupo de Eduardo Rivera.
Hay otra medición específica, que es reveladora:
80 por ciento de los militantes tiene un claro “orgullo PAN”, un sentimiento que está muy alejado de la visión de maridajes perversos, como el ya bien conocido del PRIAN, mote con el que, por cierto, el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) ha logrado aplastar ideológicamente y en el ánimo popular a la oposición de PAN y PRI, que, en mala hora para ellos, decidieron aliarse.
Un elemento adicional que pega frontalmente a Eduardo Rivera y los suyos, es la identificación con la asociación supuestamente secreta, que todo el mundo hoy conoce, de ultraderecha, El Yunque.
Para acabar pronto, la identidad panista, y el orgullo que aún tienen los militantes de ese partido por sus colores, está más identificada con el grupo de Mario Riestra Piña.
A esto hay que sumar que el actual dirigente tiene el respaldo en los municipios más grandes del estado:
La capital, Tehuacán, San Martín Texmelucan, Teziutlán y las Cholulas.
El tema de la elección del Consejo Estatal no es menor y en realidad ahí se está jugando todo el futuro inmediato de las candidaturas panistas, para comenzar, para las elecciones federal y estatal concurrentes de 2027.
De ahí que no sea raro que se haya soltado aquella especie de que Eduardo Rivera se irá a Movimiento Ciudadano, llevado casi de la mano, cantando sobre un camino amarillo, por Néstor Camarillo.
Y es que si alguien perdió toda identidad panista, ese es Eduardo.
Cómo olvidar su nuevo talante fascista, con el que su jefe de prensa en campaña exigía que se bajaran publicaciones en las redes que no le gustaban al señor Rivera.
Fascismo puro.