No fue ninguno de los llamados “preferiti”, ya que el cardenal Robert Prevost fue electo como Sumo Pontífice, y tomó el nombre de León XIV. Es el primer agustino que llega a la cumbre de la Iglesia Católica, y desde el otro lado del charco lo ubican como parte de la continuidad de Francisco I, una especie de “Segundo Piso” del progresismo eclesiástico. Y con 69 años de edad, puede durar un poco más que su antecesor. Aunque parece que hubo una mano negra –naranja, para más certeza- en su nombramiento, al ser estadounidense de nacimiento, no tiene nada que ver con los gringos, o con el presidente Donald Trump, ya que es un crítico de las políticas de la actual administración. En redes se ha hecho viral un señalamiento que hizo, en febrero pasado, al vicepresidente J.D. Vance, quien había justificado la política antimigratoria trumpiana con una referencia a la doctrina católica, lo que provocó la respuesta del entonces cardenal. ¿Por qué? Simple, sus raíces están en América Latina, en Perú, pues es obispo emérito de Chiclayo (lo que se notó en el discurso de su asunción hablando en español). Así que Trump no puede cantar victoria que tuvo que ver con la elección, pues se topará con pared, como sucedió con el argentino Jorge Mario Bergoglio. El ala más radical de la derecha eclesiástica sufrió una nueva derrota, por lo que se prevé que haya más cambios en la Curia. Uno de los pendientes es el tema de los abusos de curas en el mundo, así como el saneamiento de las finanzas vaticanas. Por lo pronto, Nostradamus, Baba Vanga y demás profetas podrán estar tranquilos, este pontífice no es el famoso “Papa Negro” que comenzaría el Apocalipsis mundial. O bueno, es lo que parece.
Es cuanto.