Han sido varios los videos que circulan en redes sociales de cómo la presidenta Claudia Sheinbaum reacciona ante el asesinato de dos personas cercanas al primer círculo de Clara Brugada. Las escenas son inéditas. Primero, la coordinadora de Comunicación de la Presidencia, Paulina Silva, le entrega una tarjeta informativa a la mandataria, sobre el asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz. Luego, voltea a ver a Omar García Harfuch, quien se acerca y le muestra algo en el celular, intercambian palabras, baja la mirada, se le endurece el rostro; Harfuch sigue explicando lo que sucedió, la presidenta dobla la tarjeta y luego se voltea; de fondo, se escucha el discurso de la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez. Fue un momento en el que mostró que es humana, como nosotros. A pesar de la templanza, el asombro fue notorio.
Es cuanto.
Haciendo consciencia
Una reflexión para nuestros lectores, lectoras. Testigo de un choque vehicular este martes, quien esto escribe se percató de tres cosas: la poca empatía de quienes se ven afectados por el tráfico vehicular, ya que fue en una zona de alta concentración (pasaban mentando madres y, literal, pendejeando a los involucrados), a una hora en que el calor, la desesperación, la lentitud y las prisas cobran la salud mental de cualquiera. Segundo: la alevosía, ventaja, arrogancia y soberbia de los ajustadores de aseguradoras. Fue más sencillo que los involucrados se arreglaran por fuera, ya que el cobro que querían hacer a la responsable del accidente (quien pegó, pues) era exorbitante, ah, y los malos modos. Tercero: la desconfianza a los arreglos. Es decir, para lograr un acuerdo, fue necesario redactar un escrito con dos testigos, intercambio de credenciales de elector y licencias en garantía de que la unidad afectada iba a ser arreglada por un hojalatero externo. “¿Cómo voy a dejar una camioneta de 380 mil pesos a un desconocido?”, decía el representante del afectado a la gente que acompañó a la mujer de la unidad responsable del choque. ¿Por qué se complica todo? Por las tres cosas que el que esto escribe acaba de relatar: falta de empatía, alevosía y desconfianza. Desafortunadamente, a todos en algún momento, nos ha pasado, o hemos escuchado de cómo engañan, o como decimos vulgarmente “nos llevaron al baile”. ¿Tan mal estamos que no podemos confiar el uno con el otro? Pues, según lo que percibió el que esto escribe: no. Un rotundo no. Requerimos garantías, escritos, firmas, cuando lo más fácil es cumplir lo prometido, hacernos responsables. Como sociedad seguimos reprobando.
Es cuanto.