• 12 de Octubre del 2025

Construyendo ciudadanía desde las escuelas

Foto: Pixabay

La educación inicia desde edades tempranas en la vida del individuo, proceso que continúa a lo largo de toda su vida, desarrollándose en el entorno sociocultural y político del cual forma parte. Su institucionalización suele representar la formación permanente y continua del ser humano, en sentido individual y colectivo, cuya acción formativa se dirige a toda la sociedad de un país.

Dado que la educación implica un proceso de socialización en el que la persona asimila y aprende conocimientos (Dengo, 2007), cabría considerar algunas ideas importantes que le son subyacentes, tales como su función socializadora y el modelo de ciudadano que pretende formarse, las cuales servirán de guía, para analizar qué características debe tener la educación si se considera el modelo de ciudadano que pretende formarse en cierto contexto social y cómo se relaciona ese modelo de formación con el tipo de ciudadano que dicho contexto está actualmente necesitando, interrogantes que serán abordadas en el presente artículo bajo la óptica del paradigma constructivista.

La mayoría de los sistemas educativos occidentales logran captar el interés de los estudiantes durante sus primeros años escolares, pero más adelante, aproximadamente cuando éstos recién ingresan a la secundaria, este interés se pierde a medida que los contenidos escolares van haciéndose más académicos y formales (Carretero, 2009), situación que empeora con la entrada de la adolescencia y que termina, en la mayoría de los casos, en una ruptura entre los intereses habituales que manifiesta el joven estudiante y los contenidos que ofrece el sistema escolar. Cabe suponer que las reformas educativas buscan resolver contradicciones como ésta, por medio de modelos explicativos relacionados con elementos concernientes a las capacidades y disposiciones del individuo que aprende (Carretero, 2009). El constructivismo, teoría que en los últimos años ha recibido notoria atención en la bibliografía referida al diseño instruccional (Ertmer & Newby, 1993), representa una de tales reformas.

Este límite del conocimiento destaca la construcción de significados como pieza clave del proceso de enseñanza – aprendizaje (Coll, 1990), por lo que concibe a la persona como una construcción propia que se produce constantemente gracias a la interacción entre el ambiente y sus disposiciones internas, lo que afecta varios aspectos de su comportamiento en casi cualquier ámbito de su vida (Morales & Delgado, 2010). Por ello, el conocimiento no es una copia de la realidad, sino una construcción individual que se realiza a través de conocimientos previos, lo que redefine al aprendizaje como el proceso mental que busca la adquisición de nuevos conocimientos.

En cuanto a la epistemología que le es propia, el constructivismo se basa en el análisis teórico del grado de validez de los conocimientos construidos, de la naturaleza subjetiva, el significado y la re-elaboración de éstos, de las relaciones entre conocimiento y realidad, donde al quedar el sujeto y el objeto en un mismo plano se define la relación entre ambos como la acción del primero sobre el segundo en una interacción recíproca (Castorina, 1994).

En la práctica, el modelo constructivista busca que los estudiantes tengan un papel más activo en su aprendizaje. Esta teoría es muy clara al plantear que el conocimiento no es una copia de la realidad ni algo que pueda solamente transmitirse, ya que “el conocimiento se construye a partir de la acción” (Barreto, Gutiérrez, Pinilla & Parra, 2006, p.17), por lo que el individuo será conceptualizado como un ser eminentemente social, retomándose por tal motivo el concepto de la comunicación o la socialización como una forma de llegar a conocer la realidad. De Zubiría (2006), en sincronía con tales ideas, afirma que la educación tiene como finalidad alcanzar la comprensión cognitiva, mediante contenidos y actividades que los estudiantes desarrollen a través de secuencias curriculares, que consideren sus condiciones contextuales, necesidades e intereses, con el propósito de direccionar el trabajo pedagógico educativo en sus ámbitos cognitivo, procedimental y actitudinal.

Con este marco de referencia, la planificación de un profesor constructivista debe tomar en cuenta para su práctica educativa que el aprendizaje es un proceso de construcción individual a la vez que social, así como también que las diferencias educativas y el trabajo colaborativo son piezas clave en el proceso educativo; todo lo anterior contrasta obviamente con el aprendizaje tradicional, implicando un cambio radical en el papel que el docente tiene en el proceso de enseñanza - aprendizaje.

Desde el punto de vista ético, el enfoque constructivista propone que la convivencia entre las personas debe basarse en la tolerancia y el respeto mutuo. Esta forma de relacionarse debe comenzar a practicarse desde la escuela, ya que ésta es una forma representativa de la sociedad. Según Dorantes y Matus (2007), no basta con dejar que los niños actúen por sí solos (lo que tales autores denominan "autoactividad") como si fueran completamente libres de hacer lo que quieran, sino que es necesario que las actividades escolares se desarrollen en un entorno que permita a los estudiantes aprender y desarrollarse en áreas fundamentales como la ciencia, el arte y la industria.

La construcción de conocimientos es posible gracias a las actividades que los estudiantes pueden desarrollar para atribuir significados a los contenidos escolares. Esta actividad implica que los jóvenes aprendices seleccionen información relevante, la organicen coherentemente y la integren con otros conocimientos ya adquiridos por ellos previamente, misma que no puede ocurrir en solitario (Coll, Martín, Mauri, Miras, Onrubia, Solé & Zabala, 1999), por lo cual, los estudiantes necesitan de la intervención de otras personas que les ayuden en el proceso de atribución de significados, pues sin este andamiaje se corre el riesgo de que aprendan los contenidos sin atribuirles significado (Coll, 1990).

La intervención de los docentes permitirá que los estudiantes construyan las representaciones fundamentales de la cultura a un grado tal que los capacitará para vivir en sociedad (Coll et al., 1999), razón por la cual, deberán planificar que los contenidos propios de la escolaridad estén presentes durante el proceso de enseñanza – aprendizaje, además de asegurarse de que las relaciones que establezcan entre sus conocimientos previos y el conocimiento nuevo sean relevantes, es decir, que tengan un valor social – cultural.

Carretero (2009), coincidiendo con lo anterior, enfatiza la importancia de implementar adecuadamente los principios del constructivismo en el ámbito educativo, pues su aplicación no supone solo la adquisición de conocimientos de parte de los estudiantes, sino también la formación de ciudadanos más críticos y con mayor capacidad para resolver problemas, lo cual apunta, como cabe suponer, a un posible modelo de ciudadano que el mundo actualmente estaría requiriendo.

El desarrollo de un pensamiento crítico es un elemento central del constructivismo, pero también es un denominador conceptual para cualquier campo del conocimiento, que exige habilidades en el estudiante como la observación, la experimentación, la argumentación y la elaboración de juicios fundamentados. Así pues, un pensador crítico se caracteriza por estar comprometido con la coherencia interna y la generalidad, y debido a que usa como guía un razonamiento autocrítico y flexible para examinar sus propias creencias y fundamentos, aprovecha la oportunidad de reflexionar sobre sus propias reflexiones (Laburu, 1996).

Por otra parte, el desarrollo tecnológico contemporáneo exige nuevas formas de conocimiento. Según Namo de Mello (1998), esta dinámica representa desafíos significativos para el ritmo y la capacidad de respuesta de los sistemas educativos ante las demandas que la sociedad plantea en el presente. La educación habrá de basarse entonces en enfoques universales relacionados con el desarrollo humano, pero con intervenciones apegadas a las diferentes culturas o modos de vida. Un elemento fundamental para lograr los objetivos de este enfoque es la formación del profesorado. Según Namo de Mello (1998), la capacitación no debe darse bajo esquemas globales, porque es pertinente hacerla de manera descentralizada para trabajar dificultades encontradas por los profesores en regiones con las mismas características.

Carretero (2009) menciona como principios del constructivismo, los siguientes puntos:

  1. Partir del nivel de desarrollo del estudiante.
  2. Establecer sólidamente la construcción de aprendizajes significativos.
  3. Posibilitar que los estudiantes realicen aprendizajes significativos de manera autónoma.
  4. Procurar que los estudiantes modifiquen sus esquemas de conocimiento.
  5. Establecer relaciones relevantes entre los conocimientos previos y los nuevos.

Tales principios, presentes en algunos documentos destinados a sustentar las reformas de un sistema educativo determinado, expresan cierta claridad en torno al modelo constructivista, pero su implementación (como cualquier cambio de paradigma) sigue representando un reto, principalmente si se atiende a los profesores de cuyo importante papel ya se hizo referencia anteriormente.

Para Carretero (2009), el problema consiste en que las bases conceptuales que sustentan tales principios no han sido difundidas adecuadamente entre los docentes. Pero el problema podría relacionarse también con el proceso de cambio que implica pasar de un modelo anterior a uno nuevo y con la pérdida del estatus que, al menos en los salones de clases, sigue representando para algunos docentes una posición dignamente defendible, máxime cuando ésta es legitimada por un modelo apegado a la tradición y que aboga por el magistrocentrismo.

Para tal efecto, el cambio en las políticas educativas deberá estar enfocado hacia una formación docente que impulse el desarrollo profesional y el aprendizaje compartido entre los profesores, así como el establecimiento de metas que se traduzcan en estándares propiciados por un diálogo permanente entre la sociedad y los docentes, lo que permitirá el desarrollo de conocimientos y el sentido de pertenencia (Darling- Hammond, 2002).

En un proceso tan complejo como lo es el aprendizaje juegan también un rol importante otras instancias además del profesorado. Almaguer y Elizondo (2002) mencionan que este proceso implica la integridad del estudiante en una aventura colectiva donde intervienen la sociedad, la cultura y el profesorado.

El aprendizaje es una actividad social que valora la interacción de los educandos a través de un aprendizaje colaborativo, por lo que deben promoverse actividades grupales que establezcan relaciones para desarrollar habilidades sociales efectivas, pero que, a su vez, permitan a los alumnos trabajar de manera independiente y a su propio ritmo (Morales & Delgado, 2010).

Por todo esto, la teoría de Vygotsky explica que se debe respetar al ser humano en su diversidad cultural, con la finalidad de ofrecer a los estudiantes actividades significativas, que les permita desarrollarse individual y socialmente: “con el propósito de formar personas críticas y creativas que propicien las transformaciones que requiere nuestra sociedad” (Chaves, 2001, p. 63).

En suma, la teoría constructivista brinda al alumno un papel más activo en su aprendizaje a fin de que se conecte con los intereses de sus compañeros; asimismo, el docente juega un rol diferente al de la escuela tradicional, convirtiéndose ahora en un mediador del aprendizaje, papel que le permitirá motivar a los alumnos, orientarlos y lograr que deseen aprender. Barreto et al. (2006, p.29) comenta que “a ciertas edades el esfuerzo debe ser apoyado, ayudado, pero no evitado”, de modo que desarrollen un proceso de socialización o diálogo que dé paso a la incorporación de las personas a una sociedad y a una cultura.

Por ello, se sugiere que los profesores conozcan el modelo constructivista y que acepten su papel como facilitadores de las representaciones fundamentales de la cultura que sus estudiantes construirán activamente, para ayudarlos a ser sujetos críticos y capaces de resolver problemas en la sociedad con un estado de conciencia cada vez mayor.

El constructivismo, como un referente del conocimiento, expone que es el mismo individuo el que construye sus conocimientos, por lo que la educación debe servir para crear conocimientos en los sujetos, permitiéndoles desarrollar su conciencia para vivir mejor, con nuevas formas de convivencia y de interacción, como elementos básicos para construir el modelo de ciudadano que el mundo actual necesita.

Referencias

Almaguer, T., Elizondo, A. (2002). Fundamentos sociales y psicológicos de la Educación. Trillas.

Barreto, C., Gutiérrez, L., Pinilla, B. y Parra, C. (2006). Límites del constructivismo pedagógico. Educación y Educadores, 9(01), 11-31.

Carretero, M. (2009). Constructivismo y educación. Paidós.

Castorina, J.A. (1994). Las versiones del constructivismo ante el conocimiento instituido y las prácticas sociales. http://www.adolescenza.org/castorina1.pdf.

Chaves, S. (2001). Implicaciones educativas de la teoría sociocultural de Vygotsky. Educación y Educadores, 25(02), 59-65.

Coll, C. (1990). Aprendizaje escolar y construcción del conocimiento. Paidós.

Coll, C., Martín, E., Mauri, T., Miras, M., Onrubia, J., Solé, I. y Zabala, A. (1999). El constructivismo en el aula. Graó.

Darling-Hammond, L. (2002) El derecho de aprender, crear buenas escuelas para todos. SEP

Dengo, M. E. (2007). Educación Costarricense. Universidad Estatal a Distancia.

De Zubiría, J. (2006) Modelos pedagógicos, hacia una pedagogía dialogante. (2da. Ed.) Magisterio.

Dorantes, C y Matus, G. (2007) La educación nueva: la postura de John Dewey. Odiseo, revista electrónica de pedagogía, 5(9). http://www.odiseo.com.mx/2007/07/dorantes-matus-dewey.html

Ertmer, P. A. y Newby, T. J. (1993). Conductismo, cognitivismo y constructivismo: una comparación de los aspectos críticos desde la perspectiva del diseño de instrucción. Performance Improvement Quarterly, 6(4), pp.50 - 72.

Laburu, C.E. (1996). La crítica en la enseñanza de las ciencias: constructivismo y contradicción. Enseñanza de las ciencias, 14(1). http://ddd.uab.cat/pub/edlc/02124521v14n1p93.pdf

Morales, M. y Delgado, I. (2010). El constructivismo ¿Paradigma filosófico emergente? http://www.tuobra.unam.mx/publicadas/070625122266.html.

Namo de Mello, G. (1998) Nuevas propuestas para la gestión educativa. SEP.