• 20 de Junio del 2025
Márcia Batista Ramos

Márcia Batista Ramos

La tía Nena, fue tía política de mi padre, era una mujer pequeña y ágil, siempre sonriente, hablaba con calma y expresándose de manera sencilla, con un vocabulario propio de una niña. Ella cultivaba muchas plantas medicinales en medio a las flores de su jardín y tenía un armario donde guardaba un sinfín de hierbas que representaban una cura para cada mal.

Premonición

Hiba Kamal Abu Nada, autora de la novela “El oxígeno no es para los muertos”, en la noche que un misil le quito la vida, relató en un poema que, “La noche en la ciudad es oscura, excepto por el brillo de los misiles;” escribió presagiando su propia muerte.

El mundo es ancho y profundo. Tiene miles de historias sueltas en el aire y existe gente dispuesta a contarlas sin pelos en la lengua.

Abrí los ojos y supe que era huérfana, como los perros y los gatos callejeros o los niños de la literatura victoriana que siempre son desfavorecidos y a menudo menospreciados, abriéndose paso en el mundo sólos, sin ayuda, casi siempre desprendiendo soledad y angustia como los gatos y perros callejeros. Sin saber que la orfandad, es el sentimiento de desamparo que está en el alma de todos los humanos desde del vientre hasta la tumba. Por eso, nos aferramos a la promesa que está escrita: "No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros" (Juan 14:18). Entonces, nos enseñaron a esperar que se cumpla la promesa en la certera muerte, en la tumba oscura y solitaria, mientras el cuerpo se descompone… La promesa era para aminorar el miedo a la muerte que carcome las uñas, los ojos y las heridas.

El día anterior, bajo el sol, las campanas de las Iglesias repicaron en el polvoriento altiplano alteño, recordando que era domingo de San Florencio. Los que venían marchando cinco días, transpirados, tenían heridas en los pies, los rostros quemados y la mente turbada de tanto mascar la hoja de coca fusionada con bicarbonato y saliva. Los que decidieron esperarlos estaban bañados, con olor a desodorante, colonia y jaboncillo.

"…Ved que un poco de fuego basta para quemar todo un gran bosque”. Carta de Santiago, capítulo 3.

Los vientos de agosto, impúdicos, invaden el mes de septiembre. Tal vez, porque falte cumplir algún mandato de recoger alguna alma que se agarra a un cuerpo decrépito. Quizás, la muerte no alcanzó a todos de su lista, entonces los vientos helados y rabiosos, soplan con hostilidad para distraer a todos, mientras la muerte busca a los ancianos de casa en casa, para poder encontrar al elegido. Es así en cada agosto, los viejos letreros meneándose como viejas campanas, queriendo derrumbarse, zarandeándose hasta que se borren las letras y nadie sepa qué es lo que se vende en cada puerta.

Las tres niñas vivían en una aldea pequeña, en el Departamento de Oruro, allá donde el viento azota y deja la cara agrietada, a una altitud de 4.210 metros sobre el nivel del mar, estaban lejos de todo el mundo y no conocían otras poblaciones, en ocasiones, veían que llegaban algunos chilenos para hablar con los hombres de la aldea.  Escuchaban que ellos venían de las aldeas de Chinchillani y Panzuta.

“La violencia criminal se transmuta en estigma que afecta a la víctima, el asesinato se convierte en venganza, la violación tumultuaria se vela como “levantón” y se acalla como vergüenza personal. El lenguaje se contamina de espanto, la mirada se congela, estupefacta, en un solo punto, vacío de sentido, en que palabra y pensamiento han estallado. Como en un espejo roto, vemos sólo fragmentos... —Lucía Melgar

Pasados ya sesenta años del Boom Latinoamericano, las palabras que nos acarician o golpean, llegan por otros medios que no son los libros con olor a papel. La pasión por leer la vida, llega por las redes sociales, por la televisión y el cine, entre otros.

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