Desde siempre, la política ha sido uno de los caminos para dejar atrás la pobreza –la del político, no la de sus votantes–, al igual que el contrabando y la explotación laboral. Pero si se conjunta todo, el camino se convierte en una autopista flanqueada por la impunidad y la doble moral. Ejemplos hay de sobra, como los vínculos de los Murat en Oaxaca con el Cártel Inmobiliario o Cártel del Despojo o los de Adán Augusto con Hernán Bermúdez Requena y La Barredora.
Lo que ha salido a la luz en los últimos días como el viaje de Andy López Beltrán, la mudanza de Beatriz Gutiérrez Müller a La Moraleja, en Madrid, España, los excesos del plurinominal Sergio Gutiérrez Luna (Gutierritos, aunque se parece más a Huicho Domínguez), el Mercedes de Pio López Obrador, entre otros, también tienen sus versiones en los estados, como aquellos que pasaron del Jetta a los autos de lujo o aquella diputada que pasó de desayunar las tortas de 10 pesos de la 4 Oriente en Puebla a pasearse en camionetas de lujo con guaruras y residencia nueva.
Nada es nuevo y los casos están siendo juzgados ya por el pueblo, sin embargo, los opositores están tratando erróneamente de compararlos con la vida de jeque que se da el expresidente Enrique Peña Nieto, las propiedades de su exesposa Angélica Rivera, alias La Gaviota, el autoexilio del expresidente Carlos Salinas de Gortari en Suiza o las tranzas de su hermano Raúl –quien, por cierto, se hizo de la Hacienda Las Mendocinas en San Lorenzo Chiautzingo, Puebla–.
No debemos olvidar el Toallagate de Vicente Fox, ni el enriquecimiento de los hermanos Bribiesca (los hijos de Martita), así como tampoco los casos de corrupción y opacidad como los de la constructora brasileña Odebrecht o los de la española Iberdrola en el sexenio de Felipe Calderón; tampoco, los sobrecostos de la Estela de Luz.
Cierto, algunos de los nuevos políticos en México –los de la cuatroté– están cometiendo muchos de los pecados capitales. No sólo los de soberbia, avaricia, lujuria, gula y pereza, sino también los de “no robar, no mentir y no traicionar”. Pero son la chiquillada, los enanos que se crecieron con el poder y que, así como llegaron se irán y serán los apestados y señalados a donde quiera que se paren. Sí, con todo el dinero que se hayan embolsado, pero “no saldrán de perico perro”, como dice el dicho.
El tema lo abordó la dirigente nacional de Morena, Luisa María Alcalde, en su gira del fin de semana por el estado de Morelos y dijo, dos que tres verdades.
“Es evidente la campaña que están generando, es obvia, nosotros tenemos que ser muy conscientes y tener claridad de que esto se trata de una campaña de la derecha que quieren debilitar nuestro movimiento”, advirtió.
Y es que a falta de propuestas y liderazgos, lo que le queda a la oposición es evidenciar los errores que están cometiendo los personajes visibles de la 4T para intentar instalar una narrativa de que son iguales, y aunque las evidencias estallan en la cara, es de reconocer que más allá de los personajes bizarros y/o corruptos, el movimiento que hoy gobierna en México no es lo mismo, porque éste fue un arrebato del control a la élite que estaba acostumbrada a tener el poder, y fue tomado por el pueblo por la vía democrática.
Cierto, quienes están en los nuevos cargos del poder deberían apegarse al mandato del pueblo y a los principios que los llevaron a cobrar del erario, sin embargo, también son una muestra de México, con sus contradicciones y su surrealismo, con sus matices y sus similitudes, con sus ridiculeces fifis y sus folclorismos, pero al fin de cuentas, pueblo. Nuestra clase política es nada más y nada menos que el reflejo de lo que somos como país y de lo que hemos construido y destruido en el camino.
–“Ningún pueblo cree en su gobierno. A lo sumo, los pueblos están resignados”: Octavio Paz.
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Director de Quinceminutos MX