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Márcia Batista Ramos
“Hay quienes creen que el destino descansa en las rodillas de los dioses, pero la verdad es que trabaja, como un desafío candente, sobre las conciencias de los hombres” - Eduardo Galeano
El día nacía detrás de las graderías que tapaban las casas, las bocas de calle, los comercios, los garajes y otros derechos de unos, para el regocijo de otros. La gente que caminaba iba sin prisa, iba ebria… Igual a los transeúntes, también las aceras debajo de las graderías estaban ebrias de orines ebrios, de hombres y mujeresebrias, que no alcanzaron a buscar una salida por un portón instalado en una boca de calle, dónde la gente no ebria hacía fila para utilizar un mingitorio.
"Príncipe, no preguntes en una semana
dónde están, ni en un año.
La única respuesta que obtendrás será este estribillo:
¿Pero dónde están las nieves de antaño?" François Villon.
Hace frío, como en casi todas las noches en el altiplano. Mientras escucho Patética, de Tchaikovsky, las palabras, casi congeladas, salen entrecortadas de la carta, muy despacio porque no quieren relatar lo que, en verdad, vinieron a decir… Nunca sé explicar los mecanismos de cada instante… Las cartas, son como la vida, nadie sabe lo que se trae en la próxima palabra, como en el próximo día o en la próxima esquina. Pero la vida es más importante que una carta. Lo malo, es que, muchas veces, las cartas cortan el aire, como si por un instante, robasen la vida. En la noche aquí, a más de tres mil metros de altura sobre el nivel del mar, sopla un viento frío que traspasa el abrigo, el tuétano y el alma. Es una especie de congelador. El viento, sin pedir permiso, suele traer historias y dolores, al igual que las misivas que siempre son un espacio para su propio desahogo, vienen de algún lugar con mar, con un lenguaje adecuado para expresar un no sé qué, que al final siempre duele…
"La cultura indígena es maravillosa y está viva. Seguiremos centrándonos en esta increíble fidelidad a nuestra ascendencia, al tiempo que nos mantenemos en línea con las nuevas tecnologías."Eliane Potiguara
Cuando estalló la guerra todos los hombres fueran al frente, hasta el cura Maximiliano que, dijo que sería más útil allá, que en el pueblo. Pero don Antonio, no fue a la guerra porque era tuerto, no podría disparar y también, era cojo, la marcha sería muy pesada para él. Se quedó arando tierras, yendo al pueblo vecino para traer la correspondencia que llegaba por el tren, cuidando animales y faenando cuando se daba el caso.
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