Escudándose (nosotros le llamamos “hacerse la vístima”) en que le están cobrando doble tributación, argumento con el que ha intentado evadir el pago, con recursos jurídicos que la Suprema Corte de Norma Piña ha puesto en el cajón de su escritorio, durmiendo el sueño de los justos. Cómo se atreve el SAT a cobrarle impuestos al poderoso señor de la usura, si da empleo a cientos de mexicanas y mexicanos de bien. Pues ellas y ellos sí pagan sus tributaciones. Otro argumento, que esgrimió en un video en redes sociales, es que el dinero público se “lo roban”. No pues si eso fuera válido, jurídicamente, nadie en este país pagaría impuestos, ¿o no? Así se las gasta este personaje de la picaresca empresarial, que tiene yate, dinero a raudales, incondicionales que lo salen a defender (pobres reporteros de TV Azteca, haciendo el trabajo sucio de su jefe), humillándose en las conferencias de la presidenta Claudia Sheinbaum, dando clases de cómo ser emprendedor, cuando él fue un privilegiado que heredó una fortuna hecha a base de (adivinó) no pagar impuestos. Pregúntenle a su padre, Hugo Salinas Price. Aparte de las tributaciones, tiene varios juicios laborales en algún cajón que buscan resucitar porque no les dan las prestaciones que por ley corresponden. Pero el escándalo que podría detonar más pronto que tarde es la cantidad ingente de deuda a proveedores de todas sus empresas. Por lo pronto, aunque patalee, “Lolita” pronto tocará a sus puertas. No vaya a hacer otro ridículo.
Es cuanto.
Salinas Pliego acusa a Sheinbaum de ‘mentir’ por recordarle que debe millones en impuestos
— LA OCTAVA (@laoctavadigital) June 30, 2025
“Los impuestos que pagamos se malgastan en tonterías”, justificó y recalcó que si “se hubieran puesto de acuerdo” le hubieran “cobrado una cosa y ya”. Salinas Pliego debe más de 74 mil mdp pic.twitter.com/nCXpNKRp3U
El odio nuestro de cada día
Cada vez son más las muestras de que esta sociedad, la nuestra, es violenta. Simplemente vayan a las redes sociales y vean que el número de cuentas fake, bots o de usuarios humanos anónimos se dedican a mentar madres por el tema que sea, porque no les gustó cómo los vio el mesero de un restaurante, cómo les cobran impuestos, que si el guardia de seguridad está feo y lo denigran, que si una persona quiere imponer su religión, ideología, y salen con una retahíla de insultos dignos de una película del cine de ficheras. Sin pontificar (este espacio es para analizar, no para lanzar rezos ni oraciones), esta violencia se percibe en la calle, en las vialidades… Un ejemplo: tarda más en dar el verde del semáforo que un (una) automovilista imprudente y con prisa toca el claxon y un “¡apúrate, cabrón!”. Cuántos, cuántas conductoras de vehículos (sí, también las damas) tocan una mentada de madre con la bocina a la menor provocación. Gritos, pataleos y berrinches se viven con mayor frecuencia en esta ciudad de Puebla, y seguramente en muchas más del país y del mundo. El ser humano está enojado, muy enojado. Y es el reflejo de un estilo de vida que no gusta. Nada más esperamos el viernes para irnos de parranda, y el domingo por la tarde, la “depre” por tener que ir a la chamba (que, en la mayoría de las ocasiones, no gusta ni tampoco cumple con nuestros objetivos). Entre semana, el cuento de nunca acabar: claxonazos, mentadas de madre, manotazos, furia, ira… Bajémosle 70 rayas al tigre, nuestro corazón nos lo va a agradecer.
Es cuanto.